¿Quién no se emociona cuando le preguntan por estos seres tan incondicionales en nuestras vidas?
¿Quién no ha tenido o tiene una? De no ser así, ¡no saben lo que se pierden!
Son sin lugar a dudas, una especie de medicina alternativa para el alma: te reconfortan y te brindan alegría.
Sin límite de edad para disfrutar de su compañía.
Nos encanta contar sus travesuras y rutinas diarias, como si se tratara de un hijo pequeño. Y sólo nos falta el babero…
Desde el gatito que visualiza cada mañana cómo preparamos el desayuno y se sienta en el taburete de la cocina, pasándote enérgicamente "la manito" por la pierna, para que lo convides con esa tostada o galletita. Y si es con algo dulce, mejor…
El perro que está haciendo guardia en la puerta, como si tuviera un reloj en su cabecita, coincidente con la hora que habitualmente regresamos. Les ataca una especie de ansiedad y alegría, cuando se acercan nuestros pasos o el ruido de la llave.
Cuando te miran con esos ojos de súplica, esperando el consentimiento o el “dale subí”, para agazaparse a la cama.
Hasta un pequeño conejo, mascota que también se sabe dar a entender, para que lo convides con las verduras que estás pelando... sin moverse de allí hasta lograrlo.
Todos merecen ser mencionados y recordados. Sin distinción del pedigreé, tamaño o color.
Aún hasta los que ya no están.
Autora: Ma. Julia Torres
Y tú… ¿disfrutas o has disfrutado del cariño incondicional de una mascota?