Al vuelo de las emociones es un libro engrosado por una serie de trepidantes relatos a su vez ensartados por la lanza de un temperamento narrativo de inapelable brío estilístico, el que pone de manifiesto en todos y cada uno de ellos Lylian Rodríguez, quien se revela, asimismo, como una gran condensadora de grandes espacios temporales, los cuales exprime para obsequiarnos el jugo de unos finales cargados de sustancia discursiva.
Hay en todo momento en la obra que nos ocupa un trasfondo vital compuesto, cual mosaico, por los flancos más olvidados y desapacibles de nuestro existir, esos que muestran el frío y la crudeza más estremecedores que van aparejados a la vida. Son las de nuestra relatista historias a la intemperie que nos son ofrecidas como destellos, cual chispazos fugaces como la vida misma.
Por momentos, cierto desenfado parece quererse abrir paso por entre lo truculento-cotidiano, pero la autora, al fin, acaba consolidando el imperio de lo grave.
A través de una prosa clara, de poco intrincada sintaxis, que no se demora descriptivamente más de lo necesario, Lylian Rodríguez va desplegando ante nuestro ojos lectores su variopinto surtido, vario en tamaños, texturas y trasfondos, al tiempo que erige una reconocible voz narrativa que nos traslada secuencias de ignominia, de paisajes topográficos y emocionales, de palmarias inverosimilitudes…, exponiendo y, de alguna manera, denunciando, al fin, evidencias que con solo ser enunciadas claman al cielo a pesar de que pasen sin pena ni gloria por el transcurrir de los días, sin atraer más atención que la de gentes con la sensibilidad que se vislumbra en nuestra autora, o, mejor, “tejedora”, tejedora de retales, de porciones que rescata de entre la inconmensurabilidad del diario vivir, ese que tiene a bien trasvasar a la letra impresa siéndole otorgada una nueva legitimidad, la estilístico-literaria.
Todos los relatos que el lector encontrará en este volumen tienen un marcado sello de autora, vienen cohesionados por el factor procedimental, a su vez sustentado este en un temperamento, referido al principio de este prólogo, que intuyo, a tenor de lo leído, toda vez que cuando escribo estas líneas no he conocido personalmente a la autora (lo que juega en favor de la ausencia de prejuicio alguno en el momento de afrontar la lectura), impetuoso, enérgico, empático, contemplativo si bien no reposado, tierno pero firme, serio pero con sentido del humor, aunque sea negro... Y tiene la habilidad Lylian Rodríguez de atrapar por momentos las porciones más sorprendentes de la realidad haciendo nacer sus relatos, de impronta muy realista estos, rodeados por un halo de mágica fuerza sugeridora.
Entren en el libro y déjense guiar por Lylian Rodríguez, su firme voz narrativa les conducirá por itinerarios de grande amenidad literaria.
Diego Vadillo LópezDe nacionalidad española, es escritor, filólogo y crítico literario.