Para los que vivimos en la ciudad, contemplar el devenir de las primeras horas de la mañana entre las vides, no es cosa de todos los días: tenemos que trasladarnos para verla. Hoy, la escena se traslada hacia nosotros, a través del poema.
Amanece en las vides
ordenadas en fila
pequeños pañuelitos,
cada hoja que titila.
Con perlas de rocío
que el cielo les ha dado,
movidos por el viento
saludan al amado.
Las hojas se sacuden
la brisa hace pareja,
la escena de un teatro,
barcaza que se aleja.
Alegres amarillos
marrones sin consuelo,
y las que se desprenden,
terminan por el suelo.
Los ocres se deslizan
las hojas que decantan
abonan el terruño,
de las mejores plantas.
Se funden con el piso
de pura tierra seca,
darán uvas sabrosas
lujosa la enoteca.
Rosina Bonomi Zabalegui
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