Como todo tiene una causa y un efecto, esta ausencia también responde a algo. Lamentablemente la demanda siempre condiciona a la oferta y aquí hay que
responsabilizar al género masculino, por la falta de candidatas para la cocarda.
Los “hombres impermeables” o “cefalópodos emocionales”, como yo los llamo, son aquellos que se sacaron cero en inteligencia emocional y mil en inteligencia futbolística y son incapaces de reconocer, valorar, apreciar, alentar y recompensar, las virtudes de las mujeres que tienen a sus respectivos lados y sin saberlo (o peor aún, sabiéndolo), están atentando en contra de sus propios intereses, llevando a la pareja a tener una fecha de caducidad ineludible o a condenarla a vivir en una ficción emocional.
Esta gran parte proporcional de hombres, auto-considerados “modernos” dentro de su estirpe, incluso son incapaces de expresar sentimientos propios, alejándose así de sus propias necesidades y generando que a modo de acto reflejo,
algunas mujeres sucumban en la dejadez, dejando de alimentar el desarrollo de la pareja, que sería algo totalmente normal y predecible, y
dejando de potenciar sus más intrínsecas cualidades femeninas, que sería lo más trágico, ya que mueren como mujeres y condenan así su propio charme, a diluirse en recuerdos.
Lo más paradójico para estos hombres, es que muchas veces, teniendo el potencial esperándolos en casa, desarrollan un falso charme en sus amantes, producto de su propia ignorancia,
ya que con el charme "se nace y no se hace".
Julio Sosa cantaba en el tema "La casita de mis viejos": “Las mujeres siempre son las que matan la ilusión” y aunque me encante el tango, Sosa, te tengo que decir: “¡Cómo la pifiaste, varón!”... en este caso, me quedo con Goyeneche, que en "Cafetín de Buenos Aires", pregonaba: “La fe en mi sueño y una esperanza de amor”.
Como siempre hay excepciones a la regla, unos cuantos seguimos apostando por ser el
sommelier exclusivo de la persona que tenemos a nuestro lado, e indudablemente, reconoceríamos su
bouquet hasta con los ojos cerrados.
Marcelo Perrone
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