El sexo se utiliza para vender todo tipo de artículos, se habla de él en radio, en televisión, en las películas... la música habla del sexo. Niños y niñas escuchan todo esto y lo interpretan según los elementos que tengan. La educación sexual es una parte más de la educación vital y somos los padres, los primeros educadores. Educamos a través de las prohibiciones y permisos, de los juicios de valor del entorno relacionado con el sexo, con nuestras miradas de aprobación y rechazo, con la relación que tengamos con nuestra pareja.
En el momento en que me pregunto cuándo empezar a hablarle a mi hijo sobre el amor y el sexo, consideremos que ya hemos empezado a hablar con él desde el momento de su nacimiento y quizá antes. Desde el instante que sabemos que es "nena" o "varón", comenzamos a tratarlos de una manera diferente, de acuerdo al sexo al cual pertenecen. Allí comienza el diálogo aunque no haya palabras, con las actitudes que adoptamos, con la elección de su ropa, con esa camiseta de fútbol que ha colocado el papá en la pared de la habitación, con la alegría del abuelo que ve perpetrado su apellido, con el pomposo moisés lleno de voladitos y puntillas de color rosa que pacientemente confeccionó "la nona" o con los dorados "abridores" que le regala la tía.
También hay otra clase de información que se proporciona a los hijos desde el momento en que nacen; expresada a través de caricias, mimos, contacto físico, besos que les dicen que tocar, besar, acariciar son todas cosas agradables y placenteras y hasta mágicas... un beso en donde hubo un golpe, calma el dolor... una melodía serena, el olor de los pechos maternos, alivia la ansiedad.
Los bebés y los niños pequeños, aprenden por experiencia y observación; por lo tanto las demostraciones afectivas de la pareja, constituirá la educación sexual temprana del pequeño, refuerzan la idea de que amar y tocarse es algo maravilloso. Por el contrario, una actitud distante entre los padres o con los mismos hijos, les estará dando una información sexual totalmente distinta.
Los niños son naturalmente curiosos. A partir del momento en que son capaces de formular una pregunta (aproximadamente a los dos años de edad), no cesan de bombardear a sus padres con "¿Por qué?", "¿Qué?", "¿Dónde?" y "¿Cómo?"
A los niños hay que decirles la verdad. Algunos padres al enfrentarse a una pregunta delicada, pueden desear dar una respuesta verdadera pero sentir al mismo tiempo, que sus hijos no están preparados para conocer los detalles. Probablemente ambas ideas sean correctas, pero en lugar de desentenderse o dar una versión modificada de la realidad, es preferible optar por proveer la cantidad de verdades que el niño pueda manejar.
Pienso que siempre hay que llamar a las cosas por su nombre. Por ejemplo, explicaciones breves sobre las relaciones sexuales son las adecuadas a los cinco años. Esos cuentos de cigüeñas, hadas o niños encontrados en la calle, "salvan" a los padres por un rato, pero en verdad dañan a los chicos. Cuando los padres se niegan a responderle de manera abierta y franca, le causan a su hijo/a mucha confusión. Se le puede decir algo sencillo, como: "cuando una pareja quiere un bebé, el papá pone su pene en la vagina de la mamá. Es un momento de mucho amor, algo muy cariñoso y especial. El esperma que produce el cuerpo del papá, sale de su pene y entra en la mamá. Si allá encuentra una célula llamada óvulo, que es un huevo que el cuerpo de la mamá produce, un bebé empieza a crecer en su útero."
Pero al contarle ese proceso, no se olvide que los niños a esa edad son muy literales. Hay que aclarar el concepto del "huevo", para que su hijo no se imagine que su mamá produce huevos de pollo. También es importante usar la palabra "esperma" o "semen" y no "semilla", para que el niño no imagine flores creciendo en el útero de su mamá.
Y piense que su hijo le va a preguntar varias veces más en los años siguientes, cómo se hace un bebé, para asegurarse que lo ha entendido bien.
Sentirse ridículo. No tenemos que conocer todas las respuestas. Pero si nuestros hijos nos preguntan sobre algo que no sepamos, simplemente podemos responder: “No lo sé. Averigüémoslo juntos”.
Sentir vergüenza. Es muy común que los padres o los niños, sientan vergüenza cuando hablan sobre el sexo y la sexualidad. La mejor manera de manejar esto, es admitir cómo nos sentimos. Podríamos simplemente decir: “Es posible que esté un poco tenso o un poco incómodo durante esta conversación y quizás sientas lo mismo. Esto es totalmente normal que nos ocurra”.
Alentar la experimentación sexual. Es un mito que la información sobre sexo es perjudicial para los niños y que los conducirá a la experimentación sexual. La realidad es que nuestros hijos no estarán más predispuestos a tener relaciones sexuales, si hablamos sobre este tema. De hecho, los niños que hablan con sus padres sobre el sexo, son más propensos a posponer sus relaciones sexuales que el resto.
Sentir como si la conversación no significara nada. Los niños buscan a sus padres para que les enseñen acera de la sexualidad. La mayoría de los jóvenes prefieren escucharlo de sus padres y no de otras personas. De hecho, los adolescentes jóvenes ubican a sus padres en la parte más alta de su lista de influencias, en lo que se refiere a actitudes y comportamientos sexuales.
Lic. Diana M. Resnicoff
Psicóloga Clínica. Sexóloga Clínica.
Tel: (54-11) 4831-2910
email: dresni@gmail.com
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