Una historia que puede ser la tuya...
Marisa es secretaria en un estudio contable. Después de casi un año de miraditas e insinuaciones, el contador, la invitó a salir. Apuesto, alto, de alrededor de 40 años, separado hacía dos años y cuya vida ella conocía muy bien, por largas conversaciones en los descansos del famoso “café”.
Hubo una cita. Fue en la casa de él, con cena de su autoría. Marisa se puso la mejor ropa, incluso la interior y se perfumó. En realidad, tenía con él la confianza suficiente como para que “pasara algo”. Llegó a la hora indicada, él ya había preparado la mesa, velas de por medio y música suave. Todo dispuesto para una cena romántica y un final, previsible.
Marisa pensó que el vino terminaría poniéndolos en buen clima. Sin embargo, antes de sentarse a la mesa, el apuesto contador sacó de la heladera leche de soja, una bebida que él consideró apropiada para la ocasión. A Marisa se le cayó el alma a los pies y sin embargo, se dedicó a intentar saborear los espaguetis sin sal.
Pero todo no terminó aquí, cuando finalizaron la cena, el apuesto contador levantó los platos, limpió las miguitas y para rematarla, se puso unos guantes de goma y comenzó a lavar. No hubo un segundo encuentro, aunque Marisa hacía más de un año fantaseaba con él.
El juego de encontrarse
En una primera cita, se ponen en juego una serie de fantasías que tienen que ver con la necesidad de hacer un cambio en la vida sentimental, de revertir la soledad, de encontrar el alma gemela, ya que no es fácil estar solo/a, sobre todo en una sociedad cada vez más hostil y exigente.
La urgencia por encontrar pareja, depende de la edad. Pasados los 30 años, las mujeres comienzan a sentir la presión social de tener un compañero, de formar una familia. Si una persona es muy vulnerable a pautas establecidas como la edad en que debería casarse o el tipo de varón que debe encontrar, se sentirá más infeliz si no puede cumplir con esos mandatos.
Organizar una primera cita, sin embargo, siempre es algo esperanzador. Indica que algo más que los pesares de las características personales o de las malas experiencias del pasado, vale la pena volver a intentar. El encuentro se puede visualizar como algo pasajero pero placentero o como algo capaz de perdurar en el tiempo.
La mujer o el varón espera que ese/a desconocido/a le guste y a su vez, gustarle a él o a ella. Pero tengamos en cuenta que el primer encuentro es solo un principio y que puede haber mucho tiempo por delante, para saber si se ha dado con la persona indicada.
Llegar a un acuerdo
Cuando se logran introducir otros elementos en la imagen que nos formamos de una persona, podemos lograr que una relación que parecía imposible, prospere.
La primera cita provoca en una persona el mismo grado de estrés que dar un examen de estudio, dar un examen de conducir o tirarse de un paracaídas. Así tal cual, aunque parezca mentira, el estrés puede llegar a inmovilizarnos.
Pero pensemos en una mujer. Para llegar al corazón de una mujer, parecen existir llaves casi mágicas. Quizás las féminas le dan más importancia a lo que escuchan, que a cualquier otra cosa; ellas quieren escuchar lo que desean, necesitan. Pero es posible sintonizar los códigos para entenderse. ¿Cómo es esto? Pues, es necesario ser consciente de qué tipo de personalidad se tiene, si se es capaz de sobreponerse a las propias limitaciones y poder darle al otro/a una segunda posibilidad.
Quizás sea probable que una relación que creíamos imposible, tenga probabilidades certeras de desarrollarse y crecer.
Ellos y los primeros encuentros
- El 54 % considera natural que una mujer invite a tomar algo a un varón.
- El 46 % sueñan con ser seducidos.
(Fuente: "Manual de instrucciones para comprender a los hombres" de Gillés de Ambra).
Frases que ellos nunca deberían pronunciar (o nosotras, nunca llegar a escuchar)
- “Conmigo los domingos no cuentes porque voy a la cancha”.
- “Vivo con mi papá y mi mamá” (tiene 40 largos) o “Volví a mi cuarto de soltero en la casa de mis viejos” (se acaba de separar y tiene hijos).
- “No hay ravioles como los que prepara mi vieja”.
- “Ojo, no te vayas a enamorar de mi. Estoy saliendo de una relación muy difícil y no me siento en condiciones de tener un compromiso con nadie”.
- “Deberías bajar de peso... me gustan las mujeres flacas”.
- “No me gusta la mujer discutidora y que me contraiga. Una mujer tiene que ser femenina”.
- "Mabel (su ex) usaba tu mismo perfume. Me haces acordar a ella”.
Psic. Sex. Gabriela Michoelsson