Cuando la pareja decide tener otro hijo, se movilizan muchos afectos en toda la familia.
Seguramente hasta ese momento, el primogénito era el centro de atención de todos, ya que ser el primero tiene esa ventaja: que todo gira en torno a él… y se sufre cuando se pierde ese privilegio. Claro que también había algunas desventajas, ya que todos los clásicos miedos y ansiedades de padres primerizos, también los tuvo que padecer, cosa que el segundo viene, en ese aspecto, con el camino allanado.
El principal tema está en que los tiempos y la atención ya no pueden ser nunca los mismos, ya que hay que empezar a dividirlos y el niño puede pensar, equivocadamente, que perdió parte del amor de sus padres.
Por eso es frecuente ver que algunos vuelven a conductas ya superadas, como hacerse pis en la cama, o hablar a media lengua como lo hacían cuando eran más chicos... o incluso querer usar chupete. Son reacciones que están mostrando lo que están sintiendo. A veces empiezan a demandar atención con llantos, enojos o berrinches, que ya no solían tener.
Por supuesto que todo depende de la edad que tiene el niño cuando llega el/la hermanito/a. No es lo mismo si tiene dos o tres años, a que si tiene seis o más. También influye si es deseado/a por el niño, además de los padres. Hay niños que piden hermanos, generalmente porque ven a otros niños con hermanos, y otros que no lo desean. Sin duda esto va a influir en su posterior aceptación.
La actitud que tengan los padres cuenta mucho, si están preparados o no para la llegada de otro niño. Muchas veces lo hacen porque no quieren dejar solo al primer hijo y no son conscientes de que esta no es una buena razón: deben tenerlo si ellos lo desean.
Los padres deben saber que van a tener que hacer gala de muchísima paciencia y a su vez, tener una actitud firme para que no se desborde la situación. Van a tener que poner límites, pero a su vez, demostrarle al niño que lo aman como siempre. Reforzar las conductas buenas, positivas y saber que es normal que el niño sienta ambivalencia hacia su hermano. Por un lado lo va a querer, pero por otro, lo va detestar porque siente que vino a sacarle en parte su lugar.
Suele darse que los niños se enojan con sus hermanos o los acusan ante sus padres de lo malo que puede haber hecho, pero lo defienden a muerte de los ajenos. Eso marca dicha ambivalencia y la tranquilidad de que están haciendo un proceso natural.
Hay que tratar de involucrar al niño desde el principio, tratar de que sienta que la llegada del hermano es positivo en su vida, mostrarle las ventajas de ser el hermano mayor, que siempre va a ser su modelo y que su hermano más chico va a tender a imitar. Muchas veces esto puede servir como manera de que mejore sus conductas con una motivación, ya que se siente importante: ¡él es el mayor!
También decirle (cuando esté molesto porque están dándole mucha atención al más chico) que entienden la manera en que se siente y contarle como hacían lo mismo con él cuando era pequeño. El sentirse comprendido y saber que gozó de la misma atención, puede calmar sus celos. No dejar de decirle que el corazón de los padres tiene lugar para ambos y que lo aman mucho.
Incluirlo si le gusta, tratar de involucrarlo en actividades para ayudar al hermano... en las tareas sencillas que hagan que se sienta parte de la familia y no por fuera. Entretenerlo, ayudar en traer las cosas para cambiarlo, para comer, etc.
Incitar a que lo tenga en brazos de a ratos e indicarle por supuesto, cómo debe hacerlo. En general, los bebés tienden a prestar mucha atención a sus hermanos y esto "los compra"... hace que vaya naciendo ese amor en el vínculo. Y por supuesto, los padres reforzar esas actitudes con comentarios positivos, que tiendan a unir.
Cuanto más grandes son los niños cuando llegan los hermanos, más pueden razonarlo y también están más volcados al afuera, a lo social y no necesitan tanto esa extrema atención de los padres. Claro que también, durante más tiempo se acostumbraron a ser solos en su casa. Ahí depende mucho de cómo ha sido de fuerte, hasta ese momento, el vínculo con los padres, pero igualmente lo van a sentir.
Si hubiera que recomendar una edad para encargar el hermanito, sería siempre después del tercer año de edad del niño. Hasta ese momento el niño está muy volcado a sus padres y necesita más atención de ellos.
Después de esa edad, comienza su primera etapa social, interactúa más con otros niños, ya que generalmente es cuando empiezan el jardín. Se empieza a acostumbrar a compartir en otros ámbitos y ve que no es malo, que todo tiene su pro y su contra. Que se peleará con su compañero en el jardín, pero al día siguiente está deseando verlo para jugar otra vez. Ya comparte la maestra con sus compañeros, los juguetes, se da cuenta que los juegos son más divertidos en compañía que cuando juega solo y así sucesivamente, va pasando por nuevos vínculos y experiencias que le van preparando para la llegada de un nuevo integrante.
También, los padres cuentan con ese tiempo extra cuando el niño está en el jardín y pueden darle luego más atención al llegar a casa, preguntarle cómo le fue, qué cosas nuevas aprendió y si surge algún tema de celos con el hermano, tomarlo con calma y así, no hacerlo sentir culpable.
Con una buena dosis de paciencia y tranquilidad de los padres, se llega a buen puerto.
No desechar la ayuda de los abuelos cuando la tienen o de personas de su confianza, para que las tareas y la atención puedan repartirse de la mejor manera posible.
Algo que siempre hay que recordar también, es que no dejen de ser pareja además de padres, ya que el rol de padres es muy avasallante (sobre todo en las madres y a veces se descuidan este otro aspecto).
Se puede con todo, es cuestión de saber priorizar según el momento. Ser padres es de las tareas más lindas que nos toca en la vida, pero también puede resultar muy agobiante si no estamos preparados. Y por sobre todo, estar seguros de querer tener esa responsabilidad que asumir.
Si se hacen las cosas bien, seguramente cuando sean grandes esos pequeños traviesos que tienen ahora, todo el trabajo que pasaron quede atrás y sabrán que valió la pena.
Ps. Silvia Cardozo
Terapeuta Cognitivo Conductual
Email: ensil@adinet.com.uy