Las personas hacen evaluaciones generales de su vida cuando van pasando etapas, y ven si se vienen ajustando a las expectativas que traían o no y si están a tiempo de dar una vuelta de timón, en caso que no se sientan conformes. Se cuestionan la vocación, el trabajo, así como lo hacen con su vida en pareja, en familia, amistades, estado físico, trabajo y tantos aspectos más.
Cuando hablamos de crisis vocacional a los cuarenta años, es probable que hablemos de una crisis más general, ya el cumplimiento de las décadas, algunas más que otras, son generadoras de cuestionamientos.
Si lo pensamos, no es raro que nos cuestionemos -a la luz de los años de experiencia que traemos a los cuarenta- una decisión vocacional que generalmente fue tomada a los dieciocho, cuando no se sabe mucho sobre el porvenir y además, muchas veces se escogen carreras por cumplir con expectativas de los padres, más que propias... o por descarte, al no saber realmente cuál es la vocación. A los cuarenta ya se tiene una idea más completa de lo que hace o no hace feliz a la persona y también del tiempo que se pasa trabajando, por lo que, si no es algo que realmente de placer, sería lógico cuestionar.
Ante estos planteos es normal que aparezcan miedos, ya que la persona puede tener otras responsabilidades que debe enfrentar, y esto la lleva a pensar si se puede dar el lujo de patear el tablero y volver a empezar. Si se tiene familia, hijos, casa que mantener, deudas contraídas, etc., se piensan las consecuencias de sus actos y cómo pueden influir en el resto de la familia. Está presente la incertidumbre de si le irá bien en lo que va a elegir y genera miedo pensar si se va a poder afianzar en ello.
Muchas veces lo que desean hacer no tiene mucho que ver con lo que ya se hace, sino que, en general pasa, que la nueva actividad se descubre casualmente. Es el caso de personas que dedicaron hasta ese entonces su vida a un trabajo o profesión, y se dan cuenta que les gusta otra cosa porque tuvieron oportunidad de tomar contacto con eso. A veces incluso, les puede ir muy bien en lo que han venido haciendo hasta el momento, pero se dan cuenta que no son felices y viven estresados. Otras veces, la crisis surge por insatisfacción laboral y también vocacional.