¿Cuál es la ”edad ideal”?
Si viniera alguien y nos preguntara, en qué edad nos gustaría quedarnos... o volver atrás; una especie de "deseo mágico" a cumplir, ¿cuál sería para ti esa edad?
Durante mucho tiempo, yo misma solía decir que la mejor edad eran los treinta y pico, pero luego de haberlos pasado hace un buen rato, me di cuenta que no hay una edad mejor que otra, sino que siempre la edad ideal es la que uno tiene en ese momento. Porque cuando uno prioriza un aspecto de una determinada edad, pierde mucho de otros que son valiosísimos en otras edades.
Por ejemplo, una persona mayor puede pensar que quiere tener 20 años y que esa es la edad ideal, porque tiene mucha energía, juventud; ya pasó la etapa difícil de la adolescencia, tiene libertades, atractivo físico, chicas/chicos a disposición, etc. etc. Prioriza esos parámetros propios de dicha edad, que tal vez escaseen en su edad actual. Pero seguramente en esa “edad ideal”, van a escasear otros que ahora tiene.
Y la realidad es que nadie puede negar que los 20 años es una edad maravillosa, pero pensemos también en los 30, en los 40 y así sucesivamente en cada edad. Según los parámetros que usemos, van a ir cambiando las edades ideales.
A los 20 no vamos a tener la sabiduría de vida que tenemos a los 40 o más: la valoración que hacemos de las cosas, las situaciones y de las relaciones afectivas, es muy distinta.
El apuro y la ansiedad por lograr los objetivos que se tienen a los 20, se cambian por la paciencia y la capacidad de espera que se desarrolló a los 40. Las prioridades cambian enormemente en cada etapa. La aceptación de uno mismo es diferente... uno ya se conoce en distintas experiencias vividas, sabe sus puntos débiles y fuertes y los maneja, no atropella, sino que se va por la vida con otra serenidad.
La inseguridad que se tiene cuando se es muy joven, por ejemplo, en las relaciones amorosas, se cambia con los años por sabiduría; la valoración superficial del otro se cambia por otra mucho más profunda, global y objetiva. Hasta en la sexualidad se cambia cantidad por calidad.
El trabajo deja de ser una simple obligación o medio de vida... con el paso de los años, uno también busca sentirse realizado. Ya pagó hace tiempo el derecho de piso y en esta etapa, recoge los frutos de su camino recorrido.
Si uno es padre o madre, nunca volvería ese tiempo atrás, porque por nada del mundo perdería lo vivido con los hijos. Esa experiencia es única, como lo es verlos crecer y pasar por las distintas etapas. Y esas cosas no se tienen a los 20. No es algo renunciable ni permutable por belleza y juventud. Nadie lo cambiaría, porque no hay comparación posible con ese amor que desborda cuando tenemos un hijo.
Pero no lo sentimos hasta que lo pasamos. Hay que vivirlo, son esas cosas que la imaginación no alcanza. Así como tampoco me puedo imaginar la sabiduría de vida que puedo llegar a tener a los 60, cuando tengo 25.
La madurez también es fantástica porque uno aún tiene toda la fuerza como para realizar sus proyectos (ya que siempre debe haber alguno por delante) y cuenta con el plus de la experiencia. Y se siente satisfecho como para programar su futuro de manera inteligente, dosificando muy bien el tiempo dedicado a la familia y amigos, con el del trabajo. Ya sabe cuáles son las cosas importantes a priorizar... no se va a dejar llevar por metas que le hagan perder sus objetivos básicos de vida.
Se siente más seguro, asentado. Si hay dificultades, las enfrenta sabiendo que no es el fin del mundo, porque ya pasó otras antes y salió bien de ellas. Es una etapa donde podemos mirar atrás y reírnos de nosotros mismos, cuando recordamos los problemas que nos hacíamos cuando éramos jóvenes (quién no pasó por la edad en que, por ejemplo, si no tenías la ropa que se usaba, no ibas a bailar para no quedar avergonzado). ¡Cambia tanto la forma en que percibimos la vida y a los demás! A los 20, uno mira sin ver... a los 40, uno ve sin necesidad de mirar.
Pensemos en los 50, 60 y más. Ver a los hijos crecer y formar sus propias familias, tener la dicha de ser abuelos, es maravilloso. Ver reflejado en ese nuevo integrante de la familia, todas las etapas que pasaron hasta ese momento y cómo se repiten los ciclos. Son experiencias fascinantes que hacen que la persona sienta que la vida valió la pena. Es el logro y la recompensa de todas las etapas anteriores cumplidas. Pero todo esto es muy difícil de imaginar cuando estamos en una etapa y queremos extrapolarnos a otra que todavía no pasamos.
Seguramente los jóvenes no quieran cambiar su juventud y vitalidad por algo que aún no saben cómo se siente más adelante... y está muy bien que así sea, sino la vida no sería buena hasta llegar a determinado objetivo y luego, tampoco lo sería porque éste ya pasó.
En cada etapa hay un encanto particular que es imposible de percibir hasta que llegamos a la ella... y que cuando la pasamos, forma parte de nuestro pasado: es fundamental, darnos cuenta que fue grandioso haberlo vivido; pero también, es grandioso disfrutar lo que estamos viviendo en ese momento y lo que viene por delante.
Cuando alguien quiere volver a una etapa pasada, es porque se queda detenido en un sólo parámetro con el que mide toda su vida. No está viendo más que ese aspecto puntual y en su valoración... desecha todo el resto.
Por eso es que cada edad, es la mejor cuando la estamos pasando... porque ese el momento presente y único, que no se puede adelantar ni atrasar en el sentir... ni mucho menos imaginar cómo sería. La receta es vivirlo con toda la intensidad posible.
Por eso si alguna vez estás fantaseando con que venga algún duende a cumplirte ese deseo de quedarte o volver a una posible edad ideal, dite a ti mismo que no lo necesitas, porque estás en este preciso momento en la mejor edad. ¡Disfrútala!
Ps. Silvia Cardozo
ensil@adinet.com.uy
Terapeuta Cognitivo-Conductual
Técnico en Sexología Clínica
Integrante, Coordinadora y Docente de Suatec (Soc. Uruguaya de Análisis y Terapia del Comportamiento)
Teléfono del consultorio: 2 707 90 27