Cada vez que leo los textos de ustedes y de otras personas, me pregunto dónde estarán los sueños de niños y cuánto estaremos trabajando para poder cumplirlos.
Si les pidiera el ejercicio de retroceder en el tiempo y que se imaginaran de niños o niñas, seguramente recordarían muchas cosas que hoy ya olvidaron.
No todos los sueños que teníamos de niños, tienen que ver con platas, sino que tienen que ver más con decisiones que dejamos de tomar y que “por la vida”, nos hemos traicionado tantas veces.
Me gustaría que se preguntaran por esos sueños o quizás por sueños nuevos, actuales, nacidos desde la madurez y de la experiencia y puedan evaluar cómo cumplirlos. De verdad que yo creo, que a lo único que nunca podemos renunciar es a los sueños, porque si no, la amargura y la rabia nos termina por inundar el alma y perdemos el centro de nuestra existencia.
Decir que no podemos cumplir los sueños por culpa de otros, es una hermosa excusa; el tema es que en algún momento hay que tomar decisiones que apunten a uno de los objetivos más importantes de la vida, que es ser feliz.
La gente que anda riéndose en la calle, no es porque no tenga problemas, sino que porque decidió caminar con una sonrisa y con una pena en el alma. Ser feliz se decide todos los días y esto tiene directa relación, con cuánto hacemos para poder cumplir nuestros sueños en la vida.
Los invito a preguntarse cuáles son, de qué manera cumplirlos y cuándo es el minuto de empezar a luchar por ellos y que a mi juicio, es justo el día que tú leíste esta columna.
¡Buena suerte!
Pilar Sordo
www.pilarsordo.cl
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