Hay personas que, por más que se quieran mucho, no pueden entenderse en la cama. ¿Cuál es el problema?
Mónica y Rodrigo, se casaron hace seis años. Ella dice quererlo, pero me consulta porque hay algo que no funciona. Lo describe como un adicto al trabajo, ya que son muchas las horas que pasa en su oficina. El la describe como una mujer malhumorada. Desde que se casaron, sus encuentros sexuales fueron esporádicos o al menos, con una frecuencia mucho menor de lo que necesitaba Mónica. Ninguno de los dos está satisfecho con su vida sexual.
Decimos que el problema es la incompatibilidad cuando hay gustos, tiempos, horarios, posiciones, formas, frecuencia, deseos, ritmos diferentes y no hay disfunciones sexuales propiamente dichas. Es bastante frecuente en la pareja, si bien en general, quien consulta es la mujer.
Cada miembro de la pareja, aporta a la relación su “mapa del amor”... algo así como una especie de esquema mental, que construimos desde la infancia y en el que están descritas las actividades sexuales y afectivas que nos resultan más eróticas.
Nuestra pareja, deberá cumplir con determinadas características físicas y actitudinales. Así, nuestra manera particular de sentir placer, quedará circunscripta a dar mayor importancia a determinados estímulos y no a otros, para alcanzar la plenitud sexual.
Si la persona con la que estamos no se ajusta a estas expectativas, es posible que se produzca la incompatibilidad sexual; o sea, que las preferencias sexuales (características físicas, personalidad, comportamiento sexual) no coincidan con las particularidades del compañero/a. Muchas veces, esto pasa en parejas que no se eligieron por la atracción sexual, sino por otros factores: seguridad afectiva, deseo de formar una familia, presiones externas, etc.
María (38 años): “Cuando manteníamos relaciones sexuales, éstas eran siempre satisfactorias. El problema era que sólo las teníamos una vez al mes, cuando él quería y como él quería... con poco juegos".
Los ritmos diferentes de María y su pareja (lo que se llama en sexología, discronaxia sexual) y las diferencias en la frecuencia deseada, son los motivos más comunes de manifestación de incompatibilidad sexual.
Si no hay una modalidad funcional de comunicación, esta discrepancia puede conducir a acusaciones mutuas de “ser un enfermo” (por falta o por exceso) y así, el alejamiento es cada vez mayor. En general, ninguno de los dos está “enfermo”, sino que la intensidad de su deseo es diferente: mientras que uno posee un deseo sexual alto, buena respuesta sexual y búsqueda de estímulos sexuales, el deseo del otro, es menor... seguramente tendrá una buena respuesta sexual, pero no buscará el encuentro y sus fantasías sexuales serán menos frecuentes.
Otros factores que también influyen en este problema, es la edad de los consultantes, la historia de vida y de vida sexual de los mismos, la falta (y a veces, total ausencia) de caricias y de juegos sexuales, la casi inexistencia de diálogo en la pareja sobre temas sexuales y la poca o nula destreza sexual: no saber dónde y cómo tocar a la pareja.
Es un proceso trabajoso, que requiere tiempo y voluntad.
En este tipo de desencuentros, influye la falta de educación sexual y el desconocimiento sobre la propia sexualidad. Por ello, el re-aprendizaje, el conocimiento de sí mismo y de la otra persona, el diálogo y la negociación, contribuyen a una solución. Y, si es necesario, la consulta con un terapeuta sexual, ayudará a solucionar estos desacuerdos en muy pocas entrevistas.
Lic. Diana M. Resnicoff
Psicóloga Clínica. Sexóloga Clínica.
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