El 21 de mayo fue feriado en mi país y ¡vi a tanta gente salir de su hogar porque era fin de semana largo! Todos además, a los mismos lugares… me quedé pensando:
“¿cuánto tiempo pasamos en nuestras casas?”… casas que nos hemos preocupado, supongo, en tenerlas lo más lindas posibles; pero que estamos siendo incapaces de disfrutar por algunas misteriosas razones.
Es como si existiera un mandato donde fuera “obligatorio” salir de nuestros hogares, con la ilusión de que en otro lugar vamos a descansar más. En este mandato, existen ciertas contradicciones que hacen paradójica esta elección.
Por un lado, salen todos; por lo tanto, la tranquilidad esperada no llega, porque uno se termina encontrando desde que sale de casa, con los mismos neuróticos de siempre. De esta forma, los lugares de descanso, se transforman en una congestión y en un stress similar al que vivimos todos los días… pero en otro lugar. Los lugares están todos llenos, la gente anda de mal genio y todo parece repetirse de la misma forma que en la ciudad.
Contrario a eso, los que nos quedamos en nuestras casas y ciudades vacías, disfrutamos de lugares gratos... donde uno no se demora en llegar a ninguna parte, todo el mundo anda de mejor carácter, y hay espacio y lugar en todos lados.
Con esto no estoy diciendo que no haya que salir. El cambiar de aire siempre es algo positivo y renovador, lo que me pregunto es cuánta gente se cuestiona profundamente si quiere viajar o lo siente como una obligación... así como sentimos como obligación el comprar regalos de Navidad, muchas veces no pudiendo, ni queriendo hacerlo... o cuando sentimos que el “Día de la Madre”, hay que “sacarlas” a almorzar donde encontramos todo lleno, el servicio (como es obvio) no es de los mejores y los que es peor: sentimos que esta “sacada”, es como hacer que la mamá “tome aire”, sin ser realmente éste un homenaje.
Mi reflexión es preguntarme de qué escapamos cuando salimos de casa, si nunca estamos ahí. Generalmente llegamos tarde, los fines de semana normales son una corrida para hacer las cosas pendientes. Cada vez se come más en restaurantes o se sale a “pasear” a un centro comercial, sin estar nunca dentro de nuestros propios espacios.
Creo que salir, conocer, moverse, viajar es maravilloso… pero también, creo que deberíamos reflexionar con el intentar recuperar la capacidad para disfrutar de nuestro mundo privado… ese por el cual peleamos tanto por tener hermoso y bien cuidado, y que por lo demás, nos sale caro mantener.
Me pasa que pocos se preguntan si no sería mejor quedarse en casa, invitar amigos, jugar cartas, cocinar y no tener que subirse a un auto, estar en un congestionamiento de tránsito durante horas y llegar a un lugar donde están los mismos de los que aparentemente quisimos escapar.
Disfrutemos de nuestros espacios privados, usemos los livings, y compartamos y valoremos nuestros hogares. Elijamos salir cuando salen pocos, encantemos nuestras casas para poder vivirlas y no solamente usarlas para dormir en ellas, y escapar a la primera que podemos o se nos da una oportunidad.
Pilar Sordo
www.pilarsordo.cl