Los especialistas en el campo de la psicología, han clasificado en cuatro esos diálogos internos que operan como detonantes de angustia o ansiedad. Estos son: el catastrófico, el autocrítico, el victimista y el autoexigente.
El catastrófico
La ansiedad surge al imaginar el escenario más catastrófico posible. Se anticipa a los hechos (que seguramente no sucederán) y los magnifica. Esto da como resultado una percepción errónea, que puede llegar a desencadenar una crisis de pánico. La frase esencial de este tipo de diálogo interno es: «todo puede convertirse en una tragedia, cuando menos lo espero».
El autocrítico
El autocrítico constantemente se juzga y valora negativamente su comportamiento. Enfatiza sus limitaciones y sus defectos. Esto lo lleva a volver ingobernable su vida. Tiende a ser dependiente de los demás y se compara con los otros para sentirse en desventaja. Envidia a quienes alcanzan sus metas y lo frustra ser incapaz de alcanzar las suyas. Las frases preferidas en este tipo de diálogo interno son: "no puedo", "soy incapaz", "no lo merezco".
El victimista
Esta modalidad se caracteriza por sentirse desprotegido y desesperanzado. Esto le lleva a afirmar que su estado no tiene cura, que no hace avances en su progreso. Cree que todo va a seguir igual y atraviesa obstáculos insalvables entre lo que desea y él. Se lamenta de lo que son las cosas, pero no intenta cambiarlas. En el diálogo interno victimista, aparecen afirmaciones como: "nadie me entiende", "nadie me valora", "sufro y no les importa".
El autoexigente
En esta condición se promueve el agotamiento y el estrés crónico en función de la perfección. Es intolerante frente a los errores. Además, intenta convencerse de que sus faltas obedecen a errores externos y no a él. Se desgasta pensando en que no alcanzó sus objetivos por falta de dinero, estatus, etc., a pesar de ser complaciente con todos. El autoexigente tiene un diálogo interno como: «no es suficiente», «no está perfecto», «no ha salido como me hubiera gustado», etc.