Ese sentimiento tortuoso y doloroso, que nos persigue y nos sorprende a la vuelta de la esquina de la vida, que nos hace caminar mirando hacia atrás y alejarnos de las cosas buenas en un intento de enmendar los errores… suele ser el sentimiento de ser malos, inadecuados y merecedores de un castigo sin fin.
Muchas veces no somos conscientes de la culpa que nos carcome, hasta que por tanto sufrimiento, la descubrimos escondida en alguna enfermedad, accidente o reiterado fracaso.En el fondo,
auto-culparse es un mecanismo que activamos en diferentes intensidades y tiempos, para recordarnos que no obramos bien... para no volver a equivocarnos o dañar a otros y a nosotros mismos.
Sin embargo, cuando la culpa nos resta vitalidad y oportunidad, cuando nos atrapa en una condena perpetua, podríamos estar enfrentando una gran ilusión: la de que si permanecemos castigándonos, las cosas cambiarán para mejor.
Recuerdo haber leído algo muy interesante, cuando estudiaba
"Un Curso de Milagros": "... castigarse a sí mismo, es un acto de expiación para poder salvarnos del castigo de Dios y poder ser dignos del Cielo".
Sea como sea, por expiación, por prevenirnos de no volver equivocarnos, para que las cosas cambien o las consecuencias de los errores pasados se desvanezcan, pareciera que nunca sufrimos lo suficiente para poder pagar por lo hecho.
Las personalidades culpógenas suelen ser propias de los “niños buenos y complacientes”, hijos de padres rígidos y distantes, o victimizados. No importa la edad que tengamos, ese “niño” interiorizado, no logra lavar su culpa… por muchas lágrimas que derrame.
Las personas muy responsables y autoexigidas, también tienen el hábito arraigado de castigarse continuamente.Si este es tu caso, quizás te sirva recordarte que por mucho que te castigues, nada podrás cambiar de tus errores pasados, y mucho será lo que pierdas en tu presente y futuro al intentarlo.Si ya has perdido perdón, si ya has ofrecido reparación o si ya no puedes hacerlo porque las personas afectadas murieron o no quisieron escucharte… es hora que te dispongas a "soltar el castigo".
¿Cómo hacerlo? Pues si sentirte culpable ya se ha instalado como hábito tóxico y perjudicial, es hora de instalar un nuevo hábito. Es decir, que estés dispuesto a practicar una sustitución frecuente y continua de reconocer que
ya lo hecho pasó, y que
la mejor forma de seguir adelante, es elegir el compromiso de vivir plenamente el presente y mirar de cara al futuro con la dignidad que el dolor nos regala: ¡sabiduría y delicadeza para con nosotros y los otros!
Cristina Stecca
Terapeuta, Orientadora, Docente
www.mejorandonuestrosvinculos.blogspot.com