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Depresión en tiempos de cuarentena

Depresión en tiempos de cuarentena
Nuestro país tiene un muy alto índice de Depresión y la situación de cuarentena, hace que las personas con este trastorno del estado de ánimo sean más vulnerables.

No hay que confundirla con tristeza. Es normal que las personas sientan tristeza, por varios motivos relacionados a la situación actual: el confinamiento, la pérdida de empleos, no poder ver amistades y familiares, dejar sus actividades habituales, ver que otras personas se enferman, sentir miedo a contagiarse ellos o su familia, etc. Las noticias permanentes con información sobre cómo sigue esta situación a nivel mundial, la incertidumbre de qué va a pasar, no tener una cura ni vacuna aún: todos motivos válidos para oscilar entre la tristeza y el estar ansiosos.  

El miedo nos lleva a cuidarnos, en cierta medida es adaptativo. Es un problema cuando se dispara de forma desmedida y paraliza a la persona, o la lleva a estados extremos donde puede sobrevenir un trastorno de ansiedad o una depresión.

La Depresión va mas allá de una angustia situacional... implica una desvitalización general del individuo. 

Puede ser desencadenada por un miedo sostenido durante mucho tiempo, situaciones de estrés prolongadas o cambios de vida para los cuales el individuo no cuenta con los recursos suficientes, como para enfrentarlos tanto tiempo y termina sucumbiendo en la depresión; sobre todo en individuos que ya la padecieron o tienen predisposición a la misma.

Implica un cambio en cómo la persona se sentía antes. Tiene un conjunto de síntomas que la definen: ánimo triste o irritable, pérdida de la capacidad para sentir placer (anhedonia), alteraciones del apetito (pérdida o ganancia de peso), del sueño (insomnio o hipersomnia);  ideas negativas de sí mismo, del entorno y del futuro. 

Además, puede presentar pérdida del interés en casi todas las actividades, falta de energía, alteraciones fisiológicas (dolores de cabeza, estomacales, dolores musculares, etc.). 

El individuo no tiene expectativas esperanzadoras de futuro, ve todo negativo y espera solo frustraciones. Cuando piensa en algo malo, no puede verlo como temporal, sino como definitivo. Tiene una idea negativa sobre sí mismo, su valor y capacidades. Esto se retroalimenta más cuando hay falta de actividad, la visión de su propia pasividad.

Piensa que no puede con las cosas que tiene que hacer, no puede con sus hijos, con su trabajo, mascotas o lo que sea que tiene que afrontar. Tareas que estando fuera del episodio depresivo podía realizar sin mayor problema, ahora le resultan una carga muy pesada. 

Tiende a evadirse de estas responsabilidades con una conducta pasiva, prefiere estar tirado en la cama y no salir de ella. Tiene una falta real de energía. En el contexto actual, también están las personas deprimidas, donde llega un punto que ya no les importa si se contagian o no y ni siquiera se cuidan... les da lo mismo si viven o se mueren. De hecho muchas veces, tienen ideas de suicidio. 

La depresión influye a nivel personal, bajando la calidad de vida de quien la padece, aumenta la mortalidad y morbilidad del individuo. Esto quiere decir que se mueren más, porque no siguen los tratamientos indicados o lo hacen mal. También se enferman más porque baja su sistema inmune y están más propensos a contraer otras enfermedades.

Influye a nivel familiar en cómo cuidar a la persona con Depresión (además de no ser grato ver a un familiar pasar por esta circunstancia). Afecta a toda la familia en general, ya que vive pendiente de cómo se siente, si sigue los tratamientos... afecta lo económico porque necesitan cuidados, reorganizarse, improductividad de la persona mientras está con el cuadro depresivo, etc. 

Sobre el sistema de salud también, en general son personas con polifarmacia y varias enfermedades secundarias que implican visitas reiteradas al médico. Muchas veces empiezan con insomnio y el médico les receta un hipnótico o ansiolítico para dormir y recién cuando vuelven (porque siguen durmiendo mal), la derivan a un psiquiatra y allí se ve que era una depresión. 

Lo mismo con dolores difusos que vienen y van: de cabeza, estomacales, de espalda. Cuando se hace un examen médico y no aparecen causas orgánicas para estos dolores, entonces se piensa en una depresión. 

Por todo esto y mucho más, es que las personas deben ser tratadas a tiempo. Cuando empiezan con alguna de estas manifestaciones, hay que estar atentos a que no se agudicen los síntomas o que sigan los demás, hasta completar el cuadro depresivo.

No todos los seres humanos reaccionamos igual frente a las mismas circunstancias... no todos nos deprimimos o desarrollamos trastornos de ansiedad, pero esto no quiere decir que estamos libres de ellos porque no los hayamos desarrollado hasta ahora. Esa respuesta dependerá de nuestras historias de vida, predisposición genética, recursos aprendidos frente a situaciones de estrés, tipo de personalidad, haber pasado o no antes por otros episodios depresivos o ansiosos, estrategias de afrontamiento, etc.   

Las personas más vulnerables por no tener buena predisposición genética o ambiental, van a tener más probabilidades de desarrollarla que quienes tengan mejores predisposiciones; pero no quiere decir tampoco que las últimas estén libres totalmente. Solo que a mayor predisposición, se precisan menos desencadenantes para desarrollarla. 

Esta situación de cuarentena implica una adaptación a circunstancias que son nuevas, inéditas para todos y sin duda, influye la capacidad de adaptación previa de cada individuo. Este caso que estamos viviendo es además especial, porque no es solo algo nuevo, sino que también implica un peligro. A veces los recursos previos alcanzan y a veces no. 

 Hay quienes les cuesta mucho adaptarse, no pueden resignarse al cambio de vida y llegan incluso a hacer una negación de la situación, para evitar el malestar. Esto tampoco es una buena forma de adaptación, porque pueden caer en no cuidarse ni a ellos, ni a los demás. 
 
Otros en cambio se preocupan mucho, se estresan, viven pendientes de cada noticia y ese estrés sostenido se les va de las manos. Viven asustados, con pánico y desarrollan trastornos de ansiedad o depresivos.   

Siempre los extremos son perjudiciales: estamos en una situación en la que debemos tomar precauciones, cuidarnos, pero no magnificar en extremo la realidad. Tratar de tener rutinas que nos ocupen, que nos ayuden a pasar lo mejor posible.  

El ser humano en las situaciones límite, puede sacar lo mejor o lo peor de sí; la inteligencia emocional tiene que ver con esto, pero sin duda está mediada también por la salud mental. Intentemos ver esta situación como una oportunidad para poner en práctica lo mejor de nosotros mismos. Y si vemos a alguien que no está pudiendo con esta situación, no lo juzguemos, tratemos de ayudarlo.

Si conocemos alguien que está pasando por una Depresión, estemos atentos: esa persona tiene una enfermedad que necesita tratamiento; no se supera con un esfuerzo de voluntad porque lo que está enferma, justamente, es la voluntad. Por esto es que es importante el buen diagnóstico, porque a veces sucede que quienes no la padecen la confunden con tristeza, y piensan que se puede ir fácilmente y no es así.  

La Depresión tiene componentes orgánicos y psicológicos, que deben ser tratados para su remisión. Agarrar a tiempo estos episodios, es la mejor forma de prevenir, antes que empeoren.


Una aporte de:

PS. Silvia Cardozo
Terapeuta Cognitivo Conductual 
Cel: 099 18 39 50 
 

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