Generalmente se piensa que el papel de los docentes, es simplemente el de proveer de información a los alumnos; olvidándose que su rol principal, es el de contribuir a su desarrollo y de brindarles amor maduro, basado en: el cuidado, la responsabilidad, el respeto y el conocimiento.
- Cuidado: en el sentido de la preocupación por el desarrollo de aquel al que amamos.
- Responsabilidad: ser responsable significa estar listo para “responder”. No se trata de un deber, de algo impuesto; la responsabilidad en su verdadero sentido, es un acto enteramente voluntario. Constituye la respuesta a las necesidades (expresadas o no), de otro ser humano.
- Respeto: la responsabilidad mal entendida, puede degenerar en posesividad. La palabra respeto, en su raíz etimológica, proviene de “Respicere”, que significa “mirar”. Respetar entonces, es la capacidad de ver a la persona tal cual es; teniendo conciencia de su esencia, de su individualidad. El respeto solo existe con base en la libertad.
- Conocimiento: resulta imposible respetar a una persona sin conocerla. El conocimiento sería vacío si no lo motivara la preocupación por el otro. Hay que señalar que el antecedente para conocer al otro, es conocerse primero a uno mismo.
El maestro siente aprecio por el alumno, lo valora, considera sus sentimientos, opiniones, su persona toda.
Cuando un facilitador crea aunque sea en menor escala, un clima de autenticidad, aprecio y empatía en la clase, cuando confía en las tendencias constructivas del individuo y del grupo, entonces descubre que ha iniciado una verdadera revolución educacional. El resultado es un aprendizaje cualitativamente diferente, con un ritmo distinto, con una mayor penetración y sobre todo, significativo.
La relación docente-alumno, la verdadera, la profunda, la que deja huella, la que promueve aprendizajes significativos, es una relación de amor.
No debemos olvidar que el amor recíproco ente alumno y profesor, es el primer y más importante paso para el conocimiento.
Comuna Mujer - Agosto 2010