En un tiempo de dolores y tristezas, de vacíos y ausencias, quedaron objetos, prendas de vestir y alguna que otra cosa más que sentí precisaban no quedar guardadas en una caja dentro de un galpón: precisaban tan solo pertenecer a otros.
Muchos dicen, piensan o sienten que aferrarse a objetos, a las cosas materiales, no es bueno, que tranca la energía, que nos mantiene en el dolor, que nos muestra todo el tiempo el vacío que quedó al partir quien las poseía.
Yo no sé bien qué pensar, sentir o decir, más que cada uno piensa, siente y dice diferente, y todo es de respetar. Entonces, en el proceso de guardar, tirar - o regalar a quien valoraba o quería el objeto entregado -, una corbata llegó a manos de quién parecía precisarla y apreciaría mucho más de lo que yo suponía.
Con el tiempo esa corbata adquirió un nuevo uso, inesperado casi para todos, además de ser utilizada como prenda de vestir, como complemento de una camisa que lograba impregnar de mayor formalidad a quien la llevaba, se convirtió en la compañera de momentos importantes de quien con cariño y honorabilidad hasta hoy la porta.
De manera imprevista y casi mágica a través de una foto, esa corbata enlazada en el cuello, acompañando una vez más un momento crucial en la vida de esa persona, parece enlazar sentimientos, presencias y felicidad.
Algunos creemos en las señales sutiles y hasta en los mensajes escondidos detrás de una corbata. Logramos ver así en ese trozo de tela, la presencia de quienes nunca se fueron, y su sonrisa de paz y amor infinito.
Marisan