Una de las características humanas más notables, es la capacidad de reír. Hay estudios que aseguran, que ciertos animales evolucionados también poseen un cierto
“sentido del humor”, lo que lo convertiría en una característica evolutiva: cuanto más evolucionado es un ser, mayor su capacidad de reír.
Las personas hemos transformado los instintos propios de nuestra parte animal (sexo, alimentación, defensa…) en modelos culturales. El sentido de humor y su expresión última,
la risa, sería la herramienta para reelaborar el significado de una situación, adaptarla a nuestros modelos culturales.
Se trata, pues, de una forma de interpretar la existencia, de hacerla más asumible y controlable; algo para lo cual, desde luego, es necesaria una cierta madurez.
El sentido del humor aumenta con los años, si bien es cierto que cada vez reímos menos. Esta realidad, es una lástima:
la risa provoca en nuestro organismo, efectos tan beneficiosos o más que una buena sesión de aerobic. De hecho, hay estudios que sostienen que
la risa puede actuar mejorando nuestra salud en general y nuestro sistema inmunitario en particular.
Aunque no está probado fehacientemente, el hecho comprobable de que después de unas buenas carcajadas nos sentimos mucho mejor, ha bastado para que los grupos de risoterapia o risa terapéutica, se hayan multiplicado en los últimos años.
Independientemente de su pura expresión física (la carcajada), el sentido del humor implica una gran capacidad para aceptar la vida como viene, para relativizar y afrontar los problemas. Es la otra cara de la moneda de la frustración y la huída: al contrario, quien recibe lo que la existencia le trae con sentido del humor, puede con todo. Mediante él somos capaces de liberarnos de los miedos reprimidos, de expresar emociones que de otro modo permanecerían sepultadas y dañándonos, en nuestro subconsciente. Somos capaces, en definitiva, de ver la situación en su conjunto, sin obsesionarnos con cómo nos gustaría que fuera o en cuán disgustadas estamos por ello.
En la antigüedad, lo cómico estaba mal considerado, propio de gente de escasa inteligencia. Esto era así porque atentaba directamente contra el orden establecido: permitir el humor contra el poder, le habría privado de autoridad. Desgraciadamente, este pensamiento ha llegado hasta nuestros días, multiplicándose en el mundo los ejemplos de censura contra ciertos humoristas que, se supone, socaban los cimientos de ciertas sociedades con su capacidad de mofa. Como dice Umberto Eco en “El Nombre de la Rosa”:
“la risa sería el nuevo arte, capaz de aniquilar el miedo”.
Lo que es risible no puede ser temible. Así que ¡riamos!¿Y tú? ¿Te has reído hoy? www.sabesloquequieres.com