La resistencia al compromiso
La resistencia al compromiso, se da tanto en hombres como en mujeres (aunque hay un leve predominio del género masculino). Las mujeres aún siguen buscando más la estabilidad en la pareja; pero ¿por qué algunas personas se resisten al compromiso? ¿qué pasa con el amor y la idea de pareja que traían?
La gran mayoría de las personas, inicia una relación en etapas tempranas de su vida (a los veinte y poco), y ponen muchas expectativas en ella: ideales, sueños, ilusiones, que se fueron formando desde la niñez con los modelos que incorporaron. Y algunas se han visto frustradas con el tiempo, porque la realidad les ha devuelto algo muy diferente a sus expectativas.
Estas personas, luego de algunas experiencias de este tipo, empiezan a vivir las relaciones de una manera diferente: ya no creen de la misma forma en el amor, ni ponen las mismas expectativas de antes. Es como si intervinieran menos en la relación de pareja, esperan a ver qué sucede con el tiempo, no se apuran a un compromiso. Van viviendo el presente, sin proyectarse demasiado, por miedo a volver a pasar por la misma experiencia frustrante. Se acostumbran a vivir sin estar en pareja y encuentran sus ventajas: no rendir cuentas a nadie de lo que se hace, no ocuparse del otro, poder salir con amigos sin ser controlados, etc.
Esto hace que empiecen a dudar de querer arriesgarse a formar nuevamente un vínculo sólido, ya sea por temor a sentirse atados o también, por temor a volver a fracasar.
En varias ocaciones sí buscan establecer relaciones amorosas, pero una vez que se encuentran en ellas, tienen una postura ambivalente a respecto... no saben si quieren o no estar en dicha situación. Piensan más en lo que pierden, que en las expectativas positivas de cambio que puedan venir. Así, empiezan a buscar defectos en el otro, para no seguir comprometiéndose en la relación.
Es común encontrar una dinámica interesante en algunas parejas... entre la “mujer con miedo al abandono” y el “hombre con miedo a la invasión” de sus espacios. En la mujer surge la inseguridad, el temor a no ser valoradas o queridas y entonces, empiezan a buscar al otro cada vez más, para que le reafirme su cariño. El hombre empieza a sentirse que está cada vez más invadido en sus espacios, establece límites a dicha invasión y cuando esto sucede, la mujer se desespera más aún, porque cree que está pasando lo que tanto teme y se aferra más. Así, se da un círculo de retroalimentación negativa entre los temores de ambos, que finalmente termina con la relación, confirmando a ambos su teoría previa (con lo cual se agudiza más esta percepción para la siguiente relación).
Muchas veces, la persona está realmente segura que no quiere comprometerse en un vínculo estable y único. En otros casos, el problema radica cuando la conducta no responde a un convencimiento, sino a temores como los que mencionaba anteriormente: temor a sufrir, a fracasar, al abandono, al engaño, etc.; y por eso evita el compromiso. El miedo surge cuando los recursos con los que contamos, nos resultan insuficientes para enfrentar una situación.
Por lo anterior evitamos comprometernos, porque nos parece que no vamos a poder tener una relación de pareja exitosa y tememos sufrir; por lo que terminamos finalmente evitando el compromiso, ya sea en forma conciente o saboteándolo de alguna forma más inconsciente. Este es uno de los motivos por los que se ven cada vez más problemas para comprometerse en las relaciones de pareja.
Tenemos que desarrollar autonomía y responsabilidad, dos cualidades que adquirimos desde la infancia y a lo largo de nuestra vida. Son importantes también la capacidad de espera y confianza en nosotros mismos, y en la relación que tenemos.
Cuando estas cualidades no se cultivaron desde temprana edad, al llegar a adultos, se hace difícil poder hacernos cargo de nosotros mismos. Es entonces cuando, en forma errónea, "esperamos de" o depositamos esa responsabilidad en la pareja.
Lo más importante, es saber que la felicidad no es responsabilidad de la pareja, sino de cada miembro individual. Nadie tiene que poner esas expectativas en el otro, ni tampoco asumir que esa es su responsabilidad, porque ahí estamos tomando un rol equivocado.
El poder tener esa predisposición positiva hacia el otro desde el inicio, es difícil y más cuando se ha pasado antes por experiencias no gratas. Se requiere entrega y una apertura emocional, que algunas personas no están seguras de poner en riesgo.