Respirar bien para vivir mejor, es un principio de bienestar físico y mental que reclama nuestra atención entre la prisa y las presiones con las que convivimos.
La respiración profunda nos ayuda a calmar la agitación, el estrés y la ansiedad. Respirar bien para vivir mejor, es un principio de bienestar físico y mental que reclama nuestra atención entre la prisa y las presiones con las que convivimos. A su vez, y no menos interesante, es saber que este tipo de respiración nos permite conectar mucho mejor con nosotros mismos, con nuestras necesidades vitales…
Son muchas las culturas que ven en el proceso de respiración algo más que ese acto (en apariencia involuntario), que garantiza nuestra supervivencia y al que apenas prestamos atención. Muchos de nosotros formamos parte de ese mundo hiperventilado que de pronto, cuando siente la necesidad o la curiosidad de practicar el yoga, el Mindfulness o Tai-Chi, toma conciencia de que respirar es algo más que tomar aire, para expulsarlo de nuevo.
En ese proceso rítmico de expansión y contracción, la respiración representa también esa polaridad constante que vemos en la naturaleza, como la noche y el día, como la vigila y el sueño, como la calma y la tormenta, la primavera y el invierno… es un ciclo que tiene sus pautas y sus tiempos, su música interior y sus increíbles beneficios en caso de hacerlo correctamente.
La mayoría de nosotros respiramos rápido y de modo superficial, infrautilizando la capacidad de nuestros pulmones, que apenas se expanden. En un estado normal respiramos entre 17 o 18 veces por minuto. Sin embargo, cuando sufrimos ansiedad o estrés, el número de esa frecuencia respiratoria se dispara, pudiendo alcanzar incluso las 30 respiraciones. Es un riesgo. Es como vivir con una espada de Damocles sobre nuestra cabeza, al generar un progresivo desequilibrio que afectará a nuestra presión arterial, a nuestro sistema inmunitario y a nuestros músculos e incluso, a nuestra mente.
Sin embargo, algo tan simple como “respirar hondo” y hacerlo con control, genera un beneficio sistémico, equilibrando múltiples procesos y proporcionando una vía de salida a muchas de esas emociones negativas que atenazan nuestro día a día. ¿Y si aprendemos a respirar bien para vivir mejor?