Tiempos de tormenta
Generalmente toda pareja atraviesa tres momentos clave, en los que suelen surgir crisis de pareja.
1. La barrera de los 7 años. Entre los 7 y 10 años de vida en común, puede aparecer una crisis que los psicólogos han llamado "de habituación". La habitualidad de todas las conductas, la repetición como forma “ilusoria” de mantener un equilibrio, hace que en algún lado surja el quiebre y esos mismos comportamientos, comienzan a dejar de resultar interesantes o atractivos. Esto se puede traducir en la pareja como incomunicación o malos entendidos, apatía, desapego, etc.
2. La llegada del primer hijo. La irrupción de un bebé en la casa, trastoca completamente el ritmo de vida. Pasar de ser dos a ser tres, no es fácil. Muchas cosas cambian y muchas parejas pasan a ser padres y lentamente, se va perdiendo la comunicación, la intimidad, la sexualidad y por supuesto, sobreviene la crisis.
3. La marcha de los hijos del hogar y otras circunstancias que supongan una crisis personal (enfermedades de uno de los integrantes, jubilación, etc.), provocan situaciones de gran tensión; especialmente si la pareja no realizó lo que podríamos llamar un trabajo “preventivo”... es decir, saber que esto va a pasar y no esperar verse sumergidos en “la crisis”.
Demás está decir, que en muchos casos esa crisis sobreviene sin que ninguna de las dos partes tenga ningún deseo de que suceda, ni mucho menos de romper la pareja. Cuando esto ocurre, tal vez sea el momento de buscar ayuda terapéutica y realizar una terapia de pareja. De acuerdo a mi experiencia clínica, en el marco de la terapia, impulso la comunicación entre los consultantes, observando y reforzando los aspectos positivos de la relación, y relativizando los negativos. En todo caso, conviene acudir cuanto antes a quien pueda ofrecer ayuda, ya que estas situaciones tienden a "enquistarse" y a volverse cada vez peores a medida que avanzan.
Salir de los estereotipos que se repiten inconscientemente y dejar de acusar al cónyuge de todo lo malo... implica abrirse al conocimiento de sí mismo y del otro con sus diferencias (ya no está el otro idealizado, como en la etapa del enamoramiento).
Posibilidad de reconectarse con el otro desde el cuerpo. Si la pareja da mucho valor a la comunicación, tanto verbal como no verbal, a la seducción y fundamentalmente, si estas situaciones existieron entre ambos en algún momento, seguramente quedaron registradas, cual huellas en sus respectivas pieles. La memoria de nuestra piel, mantiene registros de contactos y caricias con las personas que alguna vez nos quisieron y que nos hicieron sentir bien. Recordarlas y repetirlas puede recomponer un vínculo de pareja, en el cual ambos utilicen además de esos recuerdos, su parte creativa, su propio Kamasutra, para crear nuevas situaciones.
Renovando el contrato día a día. No olvidarse de la comunicación verbal, como algo sustancial en el marco de funcionamiento de la pareja; comunicación que pasa a ser como una especie de “vacuna” que previene contra todo tipo de malos entendidos.
Un mito predominante en nuestra cultura, es suponer que la relación sexual entre dos personas que se aman, tiene que darse de manera natural y espontánea. Por eso la mayoría de las parejas creen que no es necesario hablar de sexualidad y que, si la relación sexual no es perfecta desde el principio o si existen ciertos problemas, concluyen que tal vez ello se debe a que no están verdaderamente enamorados, en vez de pensar en un posible problema de comunicación. El corolario de este mito, es creer que si nuestra pareja nos quiere de verdad, debería adivinarnos el pensamiento. Y muchas parejas que tienen problemas creen que del amor, la sensibilidad y la consideración, derivan necesariamente la adivinación del pensamiento.
Las mismas normas que rigen la comunicación sobre el dinero y la educación de los hijos, son válidas para la comunicación sobre preferencias, actitudes y sentimientos sexuales. Sin embargo, cuando intentamos conversar sobre nuestras preferencias, no sabemos cómo hacerlo... pero creemos saber qué piensa o siente el otro y actuamos en base a ello. Suponemos que así debiera actuar el otro, para con nosotras.
Pero la negociación solo puede empezar luego que cada uno haya sido capaz de exponer sus necesidades y preferencias.
Sugerencias para hablar sobre cuestiones sexuales
Comparta. Primero intercambie información, cuéntele a su pareja sus necesidades, deseos, anhelos, secretos, temores y fantasías. Deje claro que compartir una fantasía, no es lo mismo que pedir que se lleve a la práctica.
Pida información. No presuponga que conoce las respuestas a sus preguntas. No tenga miedo a oír respuestas que puede que no respondan a sus deseos.
Pregunte y esté preparado para escuchar. Tal vez quiera usted saber cuántos compañeros o compañeras ha tenido su nuevo amor, o si pretende formalizar un compromiso con usted. O quizás quiera saber si su cónyuge alguna vez quiso hacer el amor en el jardín de su casa.
Pida lo que desea. No espere que su pareja adivine sus pensamientos. Pero recuerde, una petición no es una exigencia. Asegúrese de que su tono de voz y su expresión corporal envían el mismo mensaje que sus palabras. Haga la petición sencilla y directamente. No anteponga un listado de quejas sexuales. Exponga los hechos positiva, no negativamente. “Quiero hacer el amor contigo, más a menudo”, es una declaración positiva.
Lic. Diana M. ResnicoffPsicóloga clínica. Sexóloga clínica.
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