El tiempo se corrompe, entre sábanas y almohadones,
ni cronómetros ni recordatorios,
pueden apartar las almas hechizadas,
que se desean más allá de los umbrales.
El reloj acaricia a los inocentes,
que creen que pueden dominar su tiempo,
mas resulta una quimera,
en el disfrute pleno de las uniones buscadas,
que fueron durante las estaciones, anheladas.
Bastan las sonrisas debajo de los lienzos,
desiguales, tendidas, alocadas,
para borrar los profundos recuerdos,
de amores imposibles viejos.
En las esencias mezcladas,
de compatibilidades y placeres,
y amores eternos.
Lucía Rubio