“Me casé contigo, no con tu familia”, es una frase que muchos hemos escuchado y aceptado como una verdad que determina nuestras relaciones, desde el mismo momento en el que estas comienzan.
Algo de cierto hay en esta frases, porque si bien “el casado casa quiere”, cuando establecemos relaciones de pareja, de una forma o de otra, siempre nos vamos a relacionar con familiares y amigos de nuestro marido o señora, según sea el caso.
Esto parece ser un arte y me refiero a la capacidad de no estar ni tan lejos de las relaciones familiares, ni tan cerca como para asfixiarse o quemarse con ellas.
El secreto parece estar en dejar las cosas claras desde el principio, conversar los límites y darse tiempo para estar solos y al mismo tiempo, entregar tiempo a los padres y familiares con el fin de fortalecer y mantener los afectos.
No siempre estoy de acuerdo en que todos y absolutamente todos los fines de semana, se vaya a la casa de los padres de uno un día y al de los otros, el otro día; porque sino ¿cuándo la pareja tiene tiempo para construir su propio nido? ¿cuándo aprenden a cocinar, a cuidar su casa?
Me llama la atención, cómo existen parejas que todos los días uno del los dos están, almuerzan e incluso lavan la ropa y cocinan, en la casa de sus padres y no son capaces de formar su propio hogar: ese que dará el fundamento de la familia que recién comienza. Los límites que no se ponen en pareja, serán muy difíciles de poner con nietos y con otras instancias sociales, como son sus amigos y compañeros de trabajo.
Una pareja necesita tiempo para estar sola y cada uno necesita espacio para una vivencia individual; y si esto no se produce desde el principio, costará mucho después, poner límites que permitan cuidar ese espacio para dar las bases de una familia.
El tiempo siempre existe, lo que hay que tener claro son las prioridades y entender que la nueva pareja que se forma, necesita voluntad de trabajo, que tienen que salir solos, estar solos en casa y también, compartir con los otros afectos. Pero hay que tener claro, que mi familia es la que estoy formando hoy y que la otra, es la de mis padres.
El lenguaje en esto es importante, el tener claro a lo que se llama “mi casa”, es fundamental. La otra, es la casa de mis padres o es en la que viví anteriormente.
La mención de los “nosotros” versus lo tuyo y lo mío, siempre es importante tenerlo claro. Lo mío y lo tuyo es fundamental, pero al analizar el proyecto que se construye, es de real importancia que existan muchos nosotros. Quizás por esto mismo, tampoco estoy de acuerdo en que una pareja parta su vida en conjunto con todo dado, sino que que sean ellos mismos los que se “saquen la mugre”, para lograr todo lo que quieran o necesitan.
La familia de origen es fundamental; hay que cuidarla, pero en la formación de una nueva, es de extrema importancia los tiempos que ésta se dé, para construir sus propios espacios. Esto es válido no sólo para los padres, sino para los hermanos, primos, cuñados, etc.
Los tiempos siempre existen, lo fundamental son las prioridades y los tiempos en las relaciones.
Pilar Sordo
http://www.pilarsordo.cl
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