Hay palabras que suenan, resuenan y retumban en mi mente, en mi alma y a veces en todo mi ser.
Merecer es una de ellas, merecer es ser digno de un premio o castigo, y según la utilicemos, se parece más a un juicio que a un mérito.
Cuántas veces decimos o nos dicen, mereces ser feliz, mereces una vida mejor, mereces alguien que te quiera, mereces querer. ¿Es que hay alguien que nazca con la condena de no merecerlo? ¿Es que quien tenga un sufrimiento en su vida es merecedor de él?
En ese merecimiento pareciera estar implícito el veredicto del premio o la condena, cuando en realidad creo que no es así. Las situaciones que atravesamos en nuestra vida no las merecemos, simplemente nos llegan, las vivimos y transitamos. El amor, el desamor, una pérdida, la lucha constante, la suerte, un engaño, el éxito, una enfermedad.
En el transcurso de la vida nos toca sobrellevar situaciones que estoy segura no nos hemos sentido merecedores y hemos recibido bendiciones sin comprender bien el por qué.
Si prestamos atención a nuestro alrededor, todos podemos encontrar a alguien que es digno merecedor de una situación diferente a la que le toca transitar, por eso prefiero no mezclar mi juicio con mis deseos hacia mí o los demás.
Más allá de nuestros méritos están las situaciones que debamos atravesar, más allá de lo que deseamos está lo que debamos sortear, más allá de lo que merezcamos existe la realidad.
Aprendamos a recibir los regalos y las dificultades de nuestra existencia sin juicios de merecimiento o dignidad.
Autora: Marisan
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