Los padres a veces…
Depositan en los docentes responsabilidades a veces excesivas, a veces inadecuadas. Los docentes tienen diversas responsabilidades en el aula, que van mucho más allá de enseñar contenidos; pero definitivamente, no son los padres ni deben ser los formadores primarios de los niños. Ese rol les sigue correspondiendo a los padres, y los docentes colaboran valiosamente, en una importante segunda línea.
Desautorizan al docente como persona y desvalorizan su rol con comentarios o acciones ofensivas o subestimantes. Pobre favor les hacen a sus hijos cuando desvalorizan al maestro y su función, cuando les dan malos ejemplos de resolver conflictos o diferencias entre adultos. Si hay desacuerdos, es preciso buscar la vía madura de resolverlos, pero nunca haciéndoles sentir a los niños que el docente no merece respeto, aún cuando se equivoque.
Se vuelven inubicables para los docentes y no responden ni a sus pedidos, ni a sus llamados. En algunos casos por desborde, en otros por desinterés, estos padres dejan que el docente trabaje solo, sin la necesaria contraparte familiar. El docente puede enseñar, si los padres ayudan a generar en sus hijos ese imprescindible estado de dejarse enseñar, mediante la valoración que hacen de la enseñanza y del aprendizaje.
Se inmiscuyen demasiado, viven la vida de sus hijos y quieren controlar todo lo que pasa en la escuela. No respetan horarios, ni puertas cerradas, acosan a los docentes con pedidos, comentarios o sugerencias y parecen creer que su hijo es el único alumno de ese docente. No saben respetar ni la necesaria intimidad y autonomía de su hijo, ni la del docente en su relación con él.
Defienden ciegamente a su hijo frente a cualquier conflicto o sanción y atacan a quien la puso. Les cuesta escuchar y aceptar que las reglas deben ser cumplidas por todos, incluyendo su hijo. Olvidan que uno de los aprendizajes más importantes en la escuela, es aprender a vivir en sociedad; respetando y haciendo respetar las reglas y responsabilizándose por la libertad de elegir cómo comportarse.
Le sortean a su hijo todos los obstáculos, sin entender que es en la escuela y con trabajo personal, que aprenderá a esforzarse, a administrar las fuerzas y a sufrir las consecuencias de no hacer lo que debía. Con esta actitud sobreprotectora, seguramente bien intencionada, enseñan al hijo a descansarse en otros, a ser indolente y a no confiar en sus propios recursos.
Culpan de todo lo malo al docente y a la institución escolar. Si el niño es agresivo o no sabe defenderse, si es un transgresor o un soberbio, estos padres adjudican la causa a la falla de los docentes, sin ser capaces de revisar su propia cuota de responsabilidad en la formación de sus hijos.
Los docentes a veces…
No se hacen cargo de su función, con la responsabilidad y el entusiasmo necesario y se limitan a cumplir mecánicamente con la instrucción programada, descuidando su importante rol formativo y la comunicación con las familias. Ser docente es mucho más que cumplir con un programa. Ser docente, es también dar ejemplos de vida.
Culpan de todo lo malo a los padres. Si el niño no aprende, o se porta mal, o extraña, adjudican toda la culpa a las familias, sin ser capaces de revisar su cuota de responsabilidad en el comportamiento del niño en el aula.
Abusan de su poder y descargan en los niños sus propios problemas, sin resolver las desavenencias con los padres.
Olvidan que, a pesar de cumplir su rol fundamental en la vida de los niños, no son sus padres ni pueden opinar sobre la familia, su estilo de crianza y sus costumbres.
Olvidan que dentro del aula, ellos son los responsables de poner las reglas y hacer que se cumplan. Apelar a los padres como quien amenaza con un "cuco", no hace más que minar su autoridad frente a los niños.
Extraído de "Mi hijo el alumno". Capítulo 15 – Una alianza necesaria y no siempre fácil: padres y docentes.
Autora Dra. Natalia Trenchi