Está demostrado que aquel que emprende un proyecto personal o profesional, sin exigirse (solo divirtiéndose y poniéndole pasión), llega mucho más lejos que aquel que se presiona constantemente.
El apasionado trabaja y se esfuerza, por supuesto, pero lo hace con amor, porque quiere disfrutar de lo que hace… esa es su meta. Si las cosas le salen bien, mejor que mejor; pero si no salen del todo bien o fracasa, sabe que no es el fin del mundo.
Fracasar supone un aprendizaje y un pasaporte hacia el éxito. Y si aún así, tras muchos fracasos, si no consiguiera ninguna meta interesante, tampoco sería el fin del mundo, pues la vida ofrece millones de alternativas interesantes donde uno puede desarrollarse… pero siempre, ¡disfrutando!
Es muy importante comprender, que dentro de nosotros lo que hay es un niño, que quiere pasarlo bien con la vida y con el resto del mundo…
Al final, el objetivo más importante del ser humano es ser feliz y para ser feliz, uno tiene que quitarse lastres y piedras de la mochila… quitarse esos “yo debería”, “yo tendría que”, porque nadie tiene, ni debe nada.
Cuando uno se libera de esas cadenas mentales a las que uno mismo ha decidido encadenarse, descubre que vivir y ser feliz, es la cosa más fácil del mundo. Uno sale a hacer lo que quiere hacer, sin miedo a nada: sin miedo a la opinión o aprobación de la sociedad, sin miedo al fracaso… simplemente disfruta y hace lo que tenga que hacer, porque tiene ganas de hacerlo… sin más.
De repente, te das cuenta que tu niño interior, se ríe de todo y con todo; porque en cualquier situación, hay algo para reír y con lo que jugar. La vida es eso: un juego... y jugar, implica diversión, satisfacción, amar la vida tal y como se presente… sin exigir, sin imponer.
Mírate… ¿tienes brazos?, ¿piernas?, ¿una cabeza sana para pensar?, ¿comida y bebida? y ¿más cosas aún? Si tienes todo esto y más, eres un afortunado. Ya lo tienes todo para dejarte guiar por la fuerza del disfrute y para hacer lo que quieras hacer, con calma.
Haz las cosas porque quieres, porque deseas, porque te apasionan y no por obtener nada a cambio, sino solo tu propio bienestar.
Deja tu trabajo de oficina, si lo que te apasiona es ser escultor… o al menos, intenta abrirte camino con aquello que te gusta… ¡deja a esa pareja que sabes que te está haciendo daño!
Nadie te obliga a permanecer, donde no quieres estar.
Sé consciente de que si tu día a día, con lo básico, ya está solucionado, no hay nada que temer y lo que obtendrás, será lo más gratificante que podrás obtener jamás: tu propia felicidad.
Por lo tanto, la lectura que haz de sacar es:
“A partir de ahora, me dejaré llevar por la fuerza de la pasión y dejaré a un lado la fuerza de la obligación… porque para llegar lejos, hay que apasionarse.”www.lamenteesmaravillosa.com