Para que una herida sane...

En el último tiempo, durante mis consultas con terapias y talleres, un tema que ha aparecido en forma recurrente, es el de las "rupturas amorosas", donde una de las partes se queda enganchada en una relación que ya no existe. Finalmente, esta temática es como la canción de Americo: “que levante la mano, quien no lloro un adiós… que levante la mano, quien no sufrió por amor”… es decir, creo que todos hemos pasado por esta experiencia.

Cuando sucede una ruptura de pareja donde uno de los dos deja de amar y el otro se queda con ese amor, la pregunta que normalmente nos hacemos es: “¿por qué duele tanto?”.

Desde mi mirada, duele porque eso es nuestro ego… se siente herido y quiere poseer algo que no está… quiere estar con alguien que ya partió hacia otro lugar.

En lo que respecta a mi experiencia y vivencia, cuando un compañero(a), decide salirse de la relación, el que queda, debe primero ser consciente de lo que sucede, luego hacer una "ventilación" emocional… es decir llorar, patalear, gritar, zapatear, sacarse los pelos de a uno... o sea, conectarse de manera descarnada y honesta con tooooooooodas las emociones que fluyen a raíz de la situación… ser capaz de pasar y pasear por todo el cocktail emocional que sentimos en esos momentos, dejar de evadir lo que se esta viviendo (les aseguro que un clavo, no saca otro clavo), lo cual a veces es sumamente tentador, ya que es tal la intensidad de las emociones, que hay una sensación muy potente de que de ahí no seremos capaces de salir jamás.

Cuando eso sucede, podemos ser capaces de mirar la imagen de ese maravilloso ser con el cual aprendimos y crecimos, enviar luz al ser amado y seguir nuestro camino, mirar hacia adelante y ya, no volver a mirar hacia atrás.

Si estás recién terminando una relación, es verdad: al principio sientes que mueres, que tu pecho se desgarra, que te vuelves loco(a) de tanto dolor y sabes que, quizás efectivamente mueres (ya que la identidad que habías formado con ella o él, se murió… ya nunca más volverá)… y déjate morir… 

Pero te puedo decir que al aceptar, poco a poco comienzas a construir tu nueva identidad, pero con la clara convicción que ella o él “murió”… ya no esta más y aunque físicamente no ha muerto, te aseguro que ese ser que es ahora, no es el mismo que amaste desde hace tiempo atrás; y desde allí, desde el duelo y la pérdida, solamente queda el construir un nuevo camino. 

A veces ayuda hacer un acto psicomágico: puedes juntar en un pañuelo rosado, todo aquello que aún tienes de esa relación, como simbolizando lo que ya esta muerto… tomarlo entre tus brazos, agradecer por todo lo vivido y aprendido, perdonar, perdonarte y pedir perdón por todo aquello que sientas que aún duele o sucedió y enterrar en un lugar bonito, todo eso que ya no existe.

Y luego nuevamente a soltar, dejar partir. Para esto, la meditación es muy importante y ayuda mucho, ya que mientras más medites, más fácil es pasar por este trance de la muerte a vida, ya que como digo, te introduces en tu interior de donde llegarán las respuestas y caminos, y no te perderás afuera.

Y poco a poco (siempre a tu ritmo), suelta sin mirar atrás y te darás cuenta de que para que una herida sane, ¡hay que dejar de tocarla!

¡Es tiempo de despertar! ¡Es tiempo de simplemente elegir ser feliz!

Y entonces... ¿te atreves a ir por MÁS?... ¿Más qué? Más felicidad, más amor, más paz, más tranquilidad, más abundancia y prosperidad, más alegrías, más risas, más disfrute, más gozo, más juegos, más abundancia de todoooooo… más espiritualidad, más cariños, más ternura… ¡más consciencia!