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¿Qué hay detrás de las listas de útiles escolares?

¿Qué hay detrás de las listas de útiles escolares?

por Rosanna Ortiz (Maestra)

Comienzan las clases. Los padres corremos tras uniformes, coordinación de horarios, encontrar quiénes se responsabilizarán de llevar y traer a los chicos. Los primeros días se impregnan de comentarios sobre la maestra que les tocó o los compañeros. Aparecen los llantos del período de adaptación y las listas de materiales, que cada vez parecen más extensas.

Sin embargo, en este mar de tareas “naturalmente” ligadas a los primeros días de clases, pasan desapercibidos aspectos fundamentales que nos atañen como padres. ¿Nos hemos preguntado alguna vez qué esperamos de la escuela para nuestros hijos en el nuevo año? o ¿cuánto hemos depositado de esperanzas, de confianza, en lo que nuestros pequeños lograrán alcanzar? Preguntas interesantes, dado que las respuestas no siempre  coinciden con lo que la escuela tiene para brindarles. 

Algunos padres esperan el primer año escolar para que sus hijos se inicien en la lectura y en la escritura, por dar un ejemplo, mientras otros se permitieron “adelantar” a sus hijos: a esta altura, sus niños elaboran poemas, parecen “dominar” el código escrito. ¿Cómo hará la maestra para amalgamar tan dispares situaciones "de largada"?

En realidad, jamás es posible adelantar a un niño en todo: el que a edad temprana dedicó parte de su tiempo a una apretada agenda académica, pudo haber quedado sin horas de juegos libres, de estar en el hogar el día entero rodeado de la calidez familiar. Por el contrario, el niño que al iniciar las clases apenas ha memorizado su nombre, podrá mostrar una sólida fortaleza emocional aunque parezca presentar dificultades para comprender el sistema de escritura.

Los padres y su lugar activo en la educación

Los padres acostumbramos a confiar a nuestros hijos a los docentes por su calidad de profesionales. Ello nos da una enorme tranquilidad.

Poco tiempo atrás, la sociedad se caracterizaba por una pre-establecida estabilidad; la función de la escuela era sostenida por un contrato social claramente compartido por todos. Hoy esa realidad cambió drásticamente, sin permiso, por lo cual no es una opción quedarnos al margen. Los docentes -enhorabuena- han ganado espacios de autonomía de enseñanza, pueden volcar su experiencia, sus conocimientos y sus intenciones personales en cada acción educativa. Por supuesto que siempre regidos por programas oficiales.

Con estos ingredientes, cada docente se esmera año tras año, en elaborar su planificación anual. Los maestros suelen enseñar atados al contexto: procedencia de los niños, ubicación de la escuela. Un contexto que el  maestro interpreta de modo personal.  El que enseña, entonces, además de saberes, necesita plantearse variedad de estrategias de enseñanza, guiado por la ética profesional. Ética para valorar las limitaciones ante la complejidad de la sociedad actual.

Pero, recordemos: las propuestas educativas se han diversificado tanto, como los perfiles del alumnado que ingresa a las aulas. Y es nuestro derecho como padres aportar las aspiraciones o angustias que nos invaden, antes que los maestros completen sus planificaciones anuales. ¿En qué afecta todo esto como padres? En que la compleja realidad educativa -con multiplicidad de enfoques docentes- coloca a los padres en un lugar activo en la educación de los hijos. La familia queda obligada a participar en su alfabetización: manejar el derecho a que se le explique qué, cómo y por qué se seleccionan contenidos, a que se le consulte si  comparte las miradas educativas. Los derechos conllevan  responsabilidad de reflexión desde el hogar: ¿qué mensajes les damos a los niños acerca de su escuela? Acompañarlos de cerca en lo que a diario aprenden, permite obtener información de esa escuela sobre la cual, la familia podrá consentir o discrepar. No en un afán de enfrentamientos, sino de entrecruzar aportes con los docentes para ayudarlos a realizar diagnósticos y propuestas más adecuadas. Todo eso, el docente sabrá después cómo plasmarlo en el aula.

Básicamente, nuestros hijos deben iniciar el ciclo sintiendo que los adultos responsables de su formación, han comenzado un diálogo, un intercambio de ideas y opiniones, un ida y vuelta en pos de lograr darles seguridad y continuidad a sus desarrollos.

Sin lugar a dudas, los vínculos que rodean a nuestros niños, generan los contextos más propicios para que logren sus mejores desempeños académicos.


Extraído del portal educativo de la ANEP: Uruguay Educa
urguayeduca.edu.uy

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