Redes sociales y felicidad, son dos conceptos que están puestos juntos irónicamente en el título, porque la adicción que estamos teniendo a las redes sociales y a la tecnología en general, está lejos de ser verdadera felicidad.
Hace poco escuchaba un video de una psiquiatra y luego otro de una experta en redes, y ambas decían exactamente lo mismo: que las redes sociales fueron diseñadas para ser adictivas. Y comparto totalmente este concepto.
El gusto e incluso la necesidad de aceptación ajena, es una característica del ser humano que las redes explotan muy bien porque se transforman en un medio mediante el cual se recibe información constante, acerca de qué tanta aceptación se está obteniendo... da la posibilidad de un chequeo permanente. Hace que el individuo esté pendiente cada vez más, incluso que haga publicaciones suyas que se alejan de la realidad, para obtener aceptación de cualquier forma.
Lo que recibe cuando hay algún indicio de dicha aceptación, es una descarga de un neurotrasmisor (dopamina) vinculado directamente a la sensación de felicidad. Pero… ¿qué cosas son las que provocan esa descarga? Por ejemplo, cada vez que tenemos un nuevo “me gusta” en una foto, cuando nos contacta alguien, cuando tenemos comentarios en una publicación, cuando siguen tu cuenta, nos ponen emoticones, nos etiquetan en una reunión, nuevos seguidores en Instagram, Facebook o cualquier red... o también cuando aparecen publicaciones de gente que nos interesa o de sitios comerciales etc., etc. A su vez nos mantienen atados, porque si tenemos éxito con alguna de las publicaciones, vamos a poner más para seguir generando esas respuestas y así sucesivamente. Lo mismo si nos interesa algo, vamos a conectarnos más seguido... pasamos a ser esclavos de ese mecanismo.
En psicología conductista, es el clásico condicionamiento de intervalo variable: no sabes cuándo va a venir, pero te genera la expectativa de que en algún momento va a pasar. Entonces sigues pendiente, prestando atención y dejando valioso tiempo de tu vida que se lo quitas a tu pareja, familia, trabajo, amistades, horas de descanso, etc.
Estamos acostumbrados a ir por la calle y ver la gente caminando mientras mira su celular, ir a cenar con amistades y estar pendientes del teléfono... fotos para subir, para enviar, para comentar, para admirar, para corregir, para dar “me gusta”, para compartir... pregunto: ¿cuánto tiempo real quitamos del verdadero vínculo con las personas que tenemos enfrente nuestro? ¿Les preguntamos de su vida y tenemos una charla valiosa? Creo que si lo pensamos bien, es más frecuente que le estemos dedicando más tiempo a cómo vamos a sacar la foto, dónde la vamos a publicar, a quién vamos a etiquetar, cómo salimos, qué comentaron, pusieron, etc., etc.
¿Podemos decir entonces que somos más felices? ¿En eso se ha transformado nuestro concepto de felicidad?... ¿en cuánta aceptación tengo en las redes?
Y si eso pasa con los adultos que no hemos nacido en la era de la tecnología, ¿qué dejamos entonces para los niños que sí lo han hecho?... mientras que lo primero que les regalamos son pantallas y celulares para que estén entretenidos. El ejemplo que les damos no los ayuda en absoluto, no les trasmitimos cómo regularse ni por dónde pasan las verdaderas cosas importantes de la vida.
Es igual a cualquier otra adicción: te va comiendo la vida sin darte cuenta. El real problema es la cantidad de tiempo de vida que dejamos atrás de esto... y el costo de nuestra verdadera felicidad.
Al generar esa satisfacción inmediata es muy difícil competir con ella, porque jugar con tus hijos, pasar ratos con tu pareja, salir a pasear, son todas situaciones que tienen una respuesta de satisfacción que muchas veces no es instantánea, que demora más. De hecho, puede pasar que en ocasiones hasta pueda ser frustrante... pero es parte de la vida y de lo que tenemos que atravesar.
El amor se construye en los vínculos que tenemos (pareja, hijos, amistades, familia) y es de las cosas que más felices nos hacen. Y eso lleva tiempo de dedicación, atención al otro, empatía y estar presente verdaderamente con la otra persona... cosa difícil si está de por medio un dispositivo generador de dopamina, compitiendo en forma permanente cada vez que intentamos llevar a cabo algo de esto.
Una vez que entendemos cómo funciona este mecanismo, es que estamos en condiciones de manejarlo nosotros y no dejar que nos manejen; pongamos límites al tiempo que le dedicamos a la tecnología; establezcamos como prioridad los vínculos, el tiempo compartido con las personas reales de nuestra vida cotidiana, sin estar tan pendientes de la aprobación de una red social o una aplicación.
Podemos controlar nuestra conducta... no es algo imposible de realizar: solamente depende de nosotros.
Ps. Silvia Cardozo
Terapeuta Cognitivo Conductual
cel 099183950