Todos en algún momento nos enfrentamos a la situación de despedirnos de alguien en esta vida. Algunas veces es esperable, y otras casi inexplicable.
El duelo es un proceso que comienza luego de la partida, y nunca sabemos cuánto tiempo puede durar. Generalmente no estamos preparados para transitarlo, por diferentes motivos nos puede costar más, a veces, no podemos cerrar ese círculo porque el mismo dolor no lo permite.
En mi afán de ayudar a culminar el cierre de este círculo a una amiga, es que nace este texto, el que luego de un tiempo me di cuenta es el resumen del proceso del que había sido mi duelo.
Luego de un tiempo decidimos que un día lo debíamos compartir, ya que a ella la había ayudado. Es así que hoy desde el alma y agradecida profundamente, si logra, de alguna pequeña manera, ayudar a alguien, es que hoy les comparto este escrito, al que me gusta llamar: Réquiem a una despedida.
Hoy decido liberarme del dolor... hoy me comprometo a soltar mis angustias, mis reproches y mi sufrimiento.
Hoy dejo ir mi alma: esa parte de mí que mantuve este tiempo de dolor, que no me permite ser feliz... con la tranquilidad y la conciencia de haber entregado lo mejor de mí a tu hermoso ser.
Te libero a ti también así, te devuelvo tu lugar de amor y de luz, quitando así de mi mente, esa asociación casi imperceptible de recordarte con dolor.
Libero así a mis pensamientos negativos, que me llevan a lugares que no quiero volver... a situaciones que ya no son, ni están.
Libero a mis afectos de recordar momentos de dolor a través de ellos, respetando y concientizando que su dolor fue tan real como el mío.
Elijo el lugar más puro de mi alma, para que siempre estés conmigo como siempre estuviste, estás y estarás.
Agradezco a la vida cada segundo vivido, sabiendo que de poder, volvería a recorrer el mismo camino vivido, por poder estar contigo.
Te libero y me libero, como si fueras un hermoso pájaro que emprende su vuelo a su nueva morada; sabiendo que un día también será la mía y que ese día, volveremos a estar unidos.
Permito que el llanto, las lágrimas, limpien el alma de todo dolor que haya quedado, dejando así lugar nuevamente para amar.
Permito que el viento, la brisa que toca mis mejillas, sean las caricias de tus manos, que me ayuden a quitar ese dolor.
Permito que la fuerza del mar entre en mí con su perfume salado, que las olas rompiendo en las rocas me recuerden que hasta la más dura y grande de ellas, termina siendo arena.
Me permito así ser feliz, amar, reír y agradecer a Dios lo vivido.
Expande así tus alas, libre en el cielo.
Disfruta de la vista, del aire que te lleva... vuela libre mi amor, sabiendo que siempre estarás con nosotros.
Autora: MarisanDerechos reservados
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