Los malos vínculos están siempre cargados de “él/ella debería…”; muchas veces estamos convencidos que alguien debería ser más cariñoso o que debería hacer x o y, etc... y así comienza el problema en cualquier relación, no importa si se trata del jefe, un hijo o la pareja.
¿Sabes cuántas personas se precisan para desarrollar un vínculo sano y agradable? La mayoría de las personas responden "dos"…, hoy te quiero ofrecer una perspectiva diferente. Se precisa solo una persona: tú. Y es que “llevarte bien” con un ser querido, depende de lo que elijas pensar de él. No depende en absoluto de lo que hace, dice o piensa.
¿Cómo así?
Te doy un ejemplo: piensa en alguien con quien no te lleves bien. Tu opinión de esa persona no tiene nada que ver con la opinión de su mejor amigo, ¿verdad? Y esa es la diferencia… el amigo elige ver sus luces y aceptar sus sombras.
Cuando experimentamos un mal vínculo con alguien, es bueno tomar contacto con nuestros "debería" hacia esa persona; algo así como nuestro “manual de buen comportamiento para el otro”. El problema del manual, es que el otro ni se da por enterado. En otras palabras: el problema no es del otro, sino de nuestras expectativas acerca de cómo tiene que ser o lo que tiene que hacer.
Desde esta perspectiva, solo precisamos dos cosas para crearnos un buen vínculo con otra persona:
• soltar el manual de instrucciones y aceptarlo tal cual es
• elegir pensamientos amorosos o al menos, compasivos hacia el otro.
Acerca del manual de instrucciones: recuerda que es imposible controlar lo que deciden pensar, sentir y hacer los demás (todos lo hemos intentado, ¿verdad?). Lo que otros adultos piensan, sienten y hacen, es exclusiva responsabilidad de ellos… ni lo puedes controlar, ni lo puedes cambiar a menos que ellos decidan hacerlo.
Acerca de cultivar pensamientos amorosos: seguro te estarás preguntando qué pasa cuando el otro te agrede. Es verdad que no puedes controlar las acciones de los demás… pero sí, las propias.
Puedes elegir no tomar una palabra agresiva como algo personal, porque la realidad es que nunca lo es. Las acciones de los demás tienen que ver exclusivamente con su mundo interno y nunca contigo. Y en estos casos, una buena alternativa es practicar la compasión, porque quien agrede no está en paz interior… probablemente se sienta atacado, quizás inseguro… de cualquier manera, sus acciones tienen todo que ver con ellos y nada contigo.
Y esto no quiere decir que no sea necesario poner límites cuando se invade tu espacio personal. Aún así, puedes elegir ponerlos desde la compasión e ir soltando la expectativa de que el otro sea diferente.
En mi próxima nota, te contaré más sobre los límites, otro punto esencial para sostener vínculos armoniosos y la clave para salir de las discusiones desgastantes, que nunca son necesarias.
Aporte de Psic. Violeta Guber
Especialista en ansiedad, cambio de pensamientos negativos y vínculos con los hijos y pareja.
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