Mi pancito para el alma de hoy: baila en la danza de las relaciones fluyendo y disfrutando sin expectativas.
Cuando nacemos, somos auténticos… poco a poco esa autenticidad es suprimida por lo que nuestros padres, familia, escuela, experiencias (buenas y malas), sociedad, nos van enseñando:
nos van condicionando, domesticando, programando.
Y así vamos armando una creencia falsa, una historia, un cuento que nos contamos de cómo deberían ser las cosas, de cómo deberían ser las personas, de cómo deben actuar los demás, de cómo deben ser nuestras relaciones…
Y también los otros van armando su historia, sus propios cuentos… a lo largo de su vida van coleccionando experiencias, padres, amigos, parejas y los van agregando en su propia historia.
Más aún: las experiencias negativas van dejando una huella más profunda en nuestra historia y cuando nos encontramos con un otro que nos recuerda esa experiencia, sentimos y esperamos que el otro sea y actúe según el guión de mi historia, según mi programa… y así, me cuento mis propios cuentos, y muchas veces es ahí donde nos sentimos desencantados y defraudados por lo que hace o dice el otro.
En lo cotidiano podemos ver como muchas veces logramos transformar situaciones cotidianas en verdaderos problemas, cuando nos hacemos expectativas irreales respecto al gran número de necesidades en las que el otro debería satisfacernos. Entonces comenzamos a demandar de una manera irracional y exigente, provocando muchas frustraciones y generando mucha hostilidad, rencor e irritabilidad en la relación.
Lo bueno de esto, es que cada uno de nosotros somos nuestros propios guionistas y podemos cambiar la historia, podemos escribir nuestros cuentos, podemos hacer un nuevo programa. Las demás personas, hacen lo que pueden y lo que sucede conmigo, depende de mis creencias y programas: si esperas que el otro diga o haga algo, la carencia y la necesidad hablan de tú forma de ser. Si nos relacionamos desde la carencia y la necesidad, le colocamos un plomo de peso al otro y a la relación que con el poco andar, se desploma por no poder con el peso que lleva.