Transparente
Una persona auténtica es verdadera consigo misma, reconoce sus emociones y las expresa en forma congruente. Si queremos que nuestros hijos sean auténticos, tenemos que interesarnos en quién es realmente esa pequeña persona. Eso significa que mientras menos asumamos las características de ese niño, más vamos a aprender de él.
Muchas veces tenemos un molde preconcebido y tratamos de ajustarlos a lo que nos gustaría que fueran. Si eso ocurre, quiere decir que nuestros hijos pueden haber crecido sin tener un sentido de quiénes son o qué quieren… con baja auto percepción, poco acceso a sus propios sentimientos, y poca capacidad de vivirlos y comunicarlos.
Quizás parezca un poco exagerado, pero estos “dobles mensajes”, empiezan muy pronto en nuestra vida. Muchos papás, por imitación y consenso social, hacen el típico juego de “lanzar” al bebé por los aires, porque “al pequeño le encanta”. De hecho después de varias “lanzadas”, ponen esta sonrisa ansiosa (y el cuerpo muy tenso), parecida a la que tenemos en una montaña rusa, lo cual no quiere decir que esté disfrutando sino que está reaccionando ante una amenaza, con una expresión que puede ser malinterpretada como alegría o placer.
¿Por qué será que a veces papás preocupados y cuidadosos, no somos capaces de ver o leer los sentimientos de nuestros hijos? Parece que muchas veces vemos lo que queremos ver o pensamos: “si yo lo disfruto, tú lo deberías disfrutar también”… o quizás: “no entiendo por qué estás ofuscado, mientras yo me esfuerzo por hacer algo que es bueno para ti”.
¿Qué es lo que aprenden los niños de esta experiencia? Desde su punto de vista, debe ser muy confuso sentir que la persona en quien más confían no está captando su ansiedad y frente a su malestar, en vez de contenerlo, le devuelve una sonrisa. Si seguimos este patrón, no es raro que cuando grandes necesitemos ayuda para descubrir qué es lo que realmente sentimos y por qué reaccionamos muchas veces de maneras tan paradójicas.
He sido testigo de muchas escenas de papás sonriendo a sus hijos, mientras estos lloran… o diciendo “te quiero mucho”, justo en el momento en que en su real pensamiento es: “estoy cansada/o que llores tanto”… o el clásico: “estás bien… no pasó nada” a un niño que se hizo una herida o se pegó y que no se siente precisamente “bien”.
¿Por qué queremos manipular los sentimientos y estados de nuestros hijos? Quizás es una forma de enseñar a los niños a desempeñar el rol que la sociedad necesita. El éxito de toda nuestra economía depende de la permeabilidad de las personas; la propaganda y comerciales están basados en la capacidad de sugestión de la gente, haciendo que queramos tener lo que en realidad no necesitamos o no nos hace felices. Muchas cosas no se venderían si tuviésemos un grado más alto de autoaceptación, si estuviésemos conformes con ser lo que somos y contentos de tener las cualidades que tenemos.
Entonces, ¿cómo podemos sembrar honestidad desde el principio? Me parece que es muy importante hacer el ejercicio de estar atentos a estas contradicciones… aceptar los sentimientos de nuestros hijos, tanto los negativos como los positivos, y permitirles que también aprendan de nosotros. Podemos tratar de ser genuinos en nuestras interacciones: no necesitamos poner una sonrisa cuando nos despertamos en la mitad de la noche. Si estás cansada, entonces actúa cansada.
Esto no es nada sencillo, porque autenticidad implica coherencia entre lo que siento, lo que pienso y lo que digo.
Por lo tanto, para poder ayudar al otro a ser consciente y responsable de sus emociones y experiencias, tenemos que también conocernos y aceptarnos a nosotros mismos. Eso es un largo camino, pero estoy segura que vale la pena.
Lua Grimalt
“Soy una chilota de 26 años, Psicóloga de la Universidad Diego Portales. Durante años investigué y participé en proyectos relacionados con apego e infancia temprana y ahora hago un master, con mi hijo Pascual de seis meses.
Hace dos años me formé como educadora de masaje infantil en la IAIM y el 2011, hice un training en el instituto Loczy en Hungría, acerca de la mirada de Emmi Pikler del desarrollo infantil. Durante los últimos meses me he sumergido en ser mamá, re-revisando mi propia mitología, creencias y aprendizajes al respecto; porque creo que tratar de estar en un estado más consciente durante el embarazo y maternidad, ayuda a la felicidad y seguridad de nuestros hijos y, por lo tanto, es un aporte a un mundo mejor, más armónico y con más capacidad de amar.”