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Tres estrategias para enfrentar el miedo

Tres estrategias para enfrentar el miedo
Dicen que el miedo, es como un monstruo que se alimenta del miedo mismo. Esto quiere decir que cuando le tienes miedo a un miedo y no lo enfrentas, es como si lo nutrieras para que crezca. Es muy fácil decirte que debes enfrentar un miedo… lo difícil es encontrar el método correcto para hacerlo.

A veces, tienes el suficiente valor y decides exponerte a aquello que te causa temor: como cuando le tienes miedo a las alturas y para superar este problema, simplemente vas un buen día y subes a un lugar elevado, esperando conjurar así tu temor.

El problema es que esta táctica de “todo o nada”, no siempre resulta. A veces te quedas a la mitad… o experimentas una sensación tan horrible al hacerlo, que al final decides no volver a intentarlo nunca. En otras palabras: consigues el efecto contrario.

“El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente, el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa… también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad... y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma”. - Aldous Huxley.

En realidad, enfrentar un miedo, es todo un proceso. Tiene sus pasos, sus tiempos y sus métodos. Lo adecuado es hacer frente a eso que te causa temor, diseñando una estrategia que en verdad te lleve a cumplir con ese objetivo.

Las siguientes, son tres estrategias para enfrentar el miedo de manera eficaz.

Conoce y acepta el miedo

Lo primero, es hacer una reflexión amplia y profunda sobre aquello que te causa miedo. Debes formularte la pregunta: “¿qué es realmente lo que temo?” y escribir todas las respuestas que acudan a tu mente, por muy absurdas que parezcan.

Hay temores que son completamente razonables: temes al agua, porque no sabes nadar… temes a los animales salvajes, porque tienen una fortaleza física muy superior a la tuya y reaccionan de manera instintiva, sin que medien los argumentos o la razón…

Otros miedos en cambio, son irracionales y nacen de motivaciones que desconoces: cuando por ejemplo, le temes a los insectos inofensivos… o a las alturas, aunque estés encerrado en un edificio y no tengas ni la más mínima posibilidad de caer.

Lo que debes hacer, entonces, es tratar de conocer tu miedo lo mejor posible. No luchar contra él, sino aceptarlo y mirarlo de frente desde todas las perspectivas posibles. ¿Tienes miedo a los ratones? ¿Por qué exactamente? ¿Cuándo fue la primera vez que sentiste ese temor? ¿Cómo reaccionas cuando tienes un bicho de esos al frente?

Investiga sobre la fuente de tu miedo, porque casi todo temor está asociado a una falta de información. Si lo que te da miedo es el amor, lee mucho sobre el tema, infórmate sobre lo que opinan otros de ese temor. Igual con cualquiera que sea el objeto que te hace sentir temeroso e intimidado.

Visualiza y reconoce tus propios recursos

El miedo te hace sentir incapaz y miserable. De hecho, a veces te lleva a olvidar todo lo que sí eres capaz de hacer… todo lo que sí eres capaz de enfrentar. El temor opera como un gusano que te corroe por dentro y te lleva a percibirte como alguien que está atado de pies y manos, sin poder actuar.

Por eso es muy importante que cambies la perspectiva: piensa en todo aquello que haces día tras día, y que exige fortaleza y carácter. A veces perdemos de vista que el simple hecho de levantarse a cumplir con las obligaciones, exige una gran cantidad de habilidades y virtudes.

Interrógate sobre todas esas virtudes que pones en práctica en tu día a día. No seas tacaño en el reconocimiento de tus propios valores. Todo lo contrario: aprecia sin falsas modestias esa gran cantidad de atributos, sin los que sería imposible sobrellevar tu rutina diaria.

Después, visualiza cómo sería tu vida si no tuvieras ese miedo que te atormenta y que probablemente te limita para hacer mucho más. Piensa en cómo cambiarían las cosas si no estuvieras bajo el yugo del temor. Elabora una lista de todo lo que podrías ganar.

Intenta aproximarte, hasta donde puedas, a aquello que te causa temor. Por ejemplo, si lo que te da miedo es hablar en público, acude a conferencias y ubícate en la primera fila, para estar cerca de quien las está impartiendo. Trata de conocer actores de teatro o personas que trabajen con público.

Ponte en acción

Lo más importante no es superar el miedo de una vez, sino ponerte en acción para lograrlo. Si en verdad quieres dejar atrás ese temor, el único mandamiento que no puedes incumplir es este: “nunca, por ninguna razón, te quedes pasivo frente a lo que te causa miedo”.

Niégate a ser víctima del temor. Asume que siempre, por más difícil que parezca, estás en capacidad de dar una respuesta frente al miedo. Esa respuesta puede ser la de evadir lo que te causa temor, pero el objetivo es no hacerlo de manera mecánica o compulsiva, sino razonada.

Si eludes enfrentar ese objeto o esa situación que te atemoriza, no debes simplemente perder el control y salir corriendo. Tienes que tener una especie de “paso a paso”, para actuar en caso de que la confrontación te desborde.

Pero ¡ojo!... eso no debe durar para siempre. Fíjate un límite en el tiempo, para enfrentar aquello que te causa miedo. Si al cabo de ese lapso te resulta imposible exponerte a lo que te origina temor, es tiempo de que busques ayuda profesional.

Recuerda que en la mayoría de los casos, lo único realmente difícil es tomar la decisión de enfrentar el miedo. Una vez que lo logras, descubres que todo estaba en tu mente… que la amenaza no era tan grave como la estabas imaginando... que finalmente solo le tenías miedo al miedo y eso era lo único que le permitía a ese monstruo, crecer dentro de ti.

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