Vivimos de un lado a otro, marcados por horarios, por obligaciones, por reuniones… los más pequeños tienen las agendas llenas de actividades y surge entonces la famosa frase que todos habremos escuchado: “No me da la vida”. La vida está hecha para darte y tú eres el que busca aquello que te da. Es verdad que muchas veces nos da sorpresas, pero todavía son más las ocasiones en las que encontramos aquello que estábamos buscando.
Cada día es un nuevo comienzo y nos da la oportunidad de vivir otro momento presente, de guardar el ayer, de dejarnos sorprender por el después y alimentarnos del ahora. Grabar recuerdos en mi memoria, exige vivirlos y emocionarnos con ellos. Si me siento aquí y ahora, estaré poniendo los medios para lograr crear una buena huella en mí, a la que luego podré acceder.
Si por el contrario vivo deprisa, sin pararme y sentirme en cada momento, no doy oportunidad a ver y observar dónde estoy, cómo me estoy sintiendo, qué suena a mi alrededor en este momento, por qué he sonreído o por qué me ha dado cosquillas en el estómago… y lo más importante: si estoy donde quiero estar.
Conecto, me paro y siento… disfruto y me emociono… sonrío y grabo en mi memoria… consigo apartar el exterior y vivir ese exacto momento. Ahora sí, ya puedo continuar con lo demás.
Vivir cerca del ahora, nos empuja a disfrutar cada momento… el tiempo no existe sin mí: yo soy quien da sentido al tiempo y lo hago mío. Si conseguimos tomar consciencia de nosotros en cada momento, podremos aprovechar cada segundo al máximo.