Con qué alondras de ternura he de vestir mi garganta,
para llegar en dulzura a ser mi sangre, palabras.
Del mismo árbol nacimos, nos nutrió la misma sabia,
y del mismo árbol grande fuimos, magnolias al alba.
Por nuestra sangre de niñas, corrieron sueños sin pausa,
y aprendimos a crecer, con una estrella en el alma.
De la vieja casa grande, tibia aún en la distancia,
nos llevamos a la vida un puñado de nostalgias.
Y el amor de nuestra madre, limonero y hiedra blanca,
luna al filo de la noche, y orilla de espuma mansa.
Y el amor de nuestro padre, ojos tibios manos ásperas,
y su dulzura creciendo, entre caricias y fraguas.
Del mismo tronco nacimos, nos nutrió la misma sabia,
fuimos cuatro aves en vuelo, y un ave, que ya es distancia.
Somos todas tierra honda y arado de amor, nos anda,
por eso aprendimos todas a hacer de vaso y de ancla.
Para cantar es que quiero echar a volar alondras
y palomas blancas, blancas, para que mi sangre toda
tenga ternura por alas.
Graciela Genta
Maestra, poeta
Para escuchar el poema en la voz de su autora, busca debajo el enlace.