Cuando se comienza una pareja, pocas veces se piensa que pueden surgir conflictos... si bien es algo que se sabe que pasa, muchas personas piensan que van a tener la capacidad de sortearlos o lo que es más probable, resolverlos. En las primeras etapas incluso, puede pasar que no surjan los temidos conflictos, porque cada integrante pone lo mejor de sí en la relación y el sentimiento de idealización, es muy fuerte al comienzo.
Las parejas en general, se forman bajo la base del enamoramiento, que es una emoción que mezcla la pasión, el afecto, la ternura, el sexo... pero es una emoción pasajera, porque está sometida a la ley de la habituación. Todos sabemos que el enamoramiento se pasa y muchas parejas, basadas solamente en esa emoción, se disuelven... "se pierde la ilusión", "no se siente lo mismo".
Sin embargo, el amor apasionado de los comienzos, es una vía inmejorable para conseguir mantener la pareja. Pero sin duda, no es la única: debe ir acompañado de la capacidad de resolver problemas y ser compatibles en varios aspectos de su personalidad, para poder continuar a largo plazo. Y muchas veces esto no es una elección, sino que es algo que muchas personas no pueden resolver por sí solas, aunque lo deseen.
Cuando no se tiene esa capacidad, los conflictos enferman mental (depresión, alcohol, violencia...) y físicamente (problemas al corazón, cáncer, enfermedades inmunológicas, dolor crónico...); hasta incluso, aumentan la probabilidad de accidentes de tráfico (incluídos los mortales).
Los conflictos en la pareja, generan también problemas en los hijos: problemas de conducta, depresión y problemas para alcanzar la intimidad en el futuro, ya que el modelo que traen de los padres, les influye mucho en cómo será su idea de pareja.