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Cuando el niño decide no comer

Cuando el niño decide no comer

Puede ser que el niño utilice la hora de comida como un modo de avisar que necesita atención y para conseguirlo, simplemente se niegue a comer.
Esto puede desesperar a la madre o a quien esté a cargo de su alimentación y él lo sabe. En todo caso es un acto inconsciente, que no involucra malas intenciones; pero sí quiere decirnos algo.

Lamentablemente el escaso manejo del lenguaje que el niño tiene entre los dos y seis años, le impide expresar sus sentimientos y sensaciones inmediatas. Al no poder correlacionar su malestar con una queja verbal, coherente y bien redactada hacia sus padres, simplemente se rehusa a comer.

Desafortunadamente, los padres, tampoco somos muy buenos para interpretar este lenguaje y lo primero que hacemos, es desesperarnos.
¿Qué pasa si una madre o una abuela se desespera? Sucede que el niño comienza a tener “la sartén por el mango”... comienza la lucha de poderes.
Ocurre, que aquella personita que accidentalmente está metida en ese cuerpo indefenso y pequeño, comienza a mandar en su casa a pesar de su tamaño y su condición.

Nunca se debe subestimar a un niño. Su capacidad de asociación mental, sumado a su natural deseo de participar y generar cambios en su entorno, son increíbles. Un niño puede revolucionar una casa en ciento ochenta grados.

 

¿Qué sucede entonces?

Una madre desesperada, suele respirar hondo al principio. Luego, en su rostro se nota el enojo… luego sube la voz... comienza la lucha de poderes; la que incluso podría llevar uno que otro “coscorrón”, dependiendo del grado de paciencia del adulto a cargo.
Si se es paciente, este escándalo puede durar horas, días e incluso semanas.
Si no lo es, se opta por lo rápido y no se hace más problemas. Simplemente para que el niño coma, le saca el plato de la mesa, para ofrecer luego otra alternativa más “llamativa” (la que generalmente de nutritiva poco tiene y se repite siempre) y así se ahorra peleas y malos ratos. Por lo menos “Dieguito” comió algo… piensa…

¿Qué cree “Dieguito”?… El se da cuenta de lo que provoca su conducta desde que la madre frunce el ceño. De ahí en adelante, comienza a reforzarse la conducta de maña.
El sabe que cada vez que se niegue a comer, se va a desencadenar esta seguidilla de sucesos; que finalmente va a desembocar en “otra alternativa de comida”. En el fondo, el partido es ganado siempre por el menor.

Si frente a esta situación el adulto no se dejara llevar por la ira o por la falta de paciencia y con astucia supiera llevar la situación, nada de esto ocurriría.
Un adulto no puede esperar que su hijo “no salga mañoso”. Me refiero a que los niños no son mañosos por casualidad: se los hace mañosos.
Es la familia, la principal responsable del modo de ser del niño. Siempre hay diferencias individuales de personalidad, incluso entre hermanos, pero está en los padres saber identificarlas y educar según estas diferencias; pero de un modo parejo a todos sus hijos.

Si el hijo nota este proceder de parte de los padres, es decir, si comprueba que detrás de la rigidez en las normas de la casa (partiendo por las normas de conducta en la mesa) hay una preocupación por orientarlo en pos de un bien mayor, el niño se rinde.

Detrás de esta firmeza de decisión, se oculta un profundo amor y un gran deseo por traspasarle hábitos de vida que, con el correr del tiempo, se transformen no solo en coayudantes para llevar un estilo de vida saludable, sino en modelos de comportamiento que lo orienten a tomar decisiones correctas; por lo tanto, a ejercer su libertad en la mira de lograr un AUTOGOBIERNO.

¿Qué otra actividad doméstica repetimos con tanta frecuencia como el comer? ¿Acaso existe algo más que hagamos cuatro veces al día, los siete días de la semana, los trescientos sesenta y cinco días del año ? La respuesta es NO.

Entonces… ¿por qué no conversar estas cosas en familia o en pareja, antes que sucedan? Así por lo menos, habría coherencia entre la actitud de la madre y la del padre y el niño no se vería enfrentado a una toma de decisiones de último minuto; que generalmente deja a la madre como “bruja” y al padre como un “papá permisivo”.

Estos consejos son útiles a la hora de criar. Todos nosotros los adultos, llevamos marcado en nuestro YO, el modo de educarnos que tuvieron nuestros propios padres.

Al ponernos de acuerdo en cuestiones básicas, como el horario en que se come en la casa, la calidad de los productos que se compran para comer, el tamaño de los platos, el tipo de comida durante los fines de semana, el tipo de colación que les mandamos a los niños, el lugar donde se come, si se come o no delante de un televisor, si se come o no en bandeja, si la comida la come solo o la da la mamá o el adulto a  cargo, si está o no obligado a lavarse los dientes después de cada comida, si se puede repetir o no el plato, etcétera…. estaremos brindando al niño, en forma inconsciente, esa SEGURIDAD tan anhelada por él, de la que hablábamos al comienzo.


Carolina Wittwer
www.portalnutricional.com

 

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