La adolescencia: etapa de cambios para padres e hijos
La adolescencia es una de las etapas de mayores cambios que pasamos los seres humanos, tanto a nivel físico como psicológico. Este concepto de cambios, no solo rige para los chicos que comienzan a vivirla sino también para sus padres, ya que es generadora de muchas inquietudes.
Hay duelos, por los que tienen que pasar tanto los padres como los adolescentes. Uno es el dejar de ser niños y lo que ello implica: el abandonar los juegos de niños, el cuerpo de niño, la escuela, maestras... deben adaptarse a su nuevo cuerpo que cambia rápidamente, a sus nuevos roles, responsabilidades, el liceo, etc.
Esto es un motivo de ambivalencia, ya que por un lado quieren crecer y ser independientes, pero también les asusta y temen perder los beneficios y la seguridad que les traía tener padres que se encargaran de ellos y de muchas de sus decisiones.
Para los padres: verlos crecer tan rápido y darse cuenta que ya no tienen más aquel niño/a , que ya no vuelve esa etapa. Cambian sus intereses, su lugar y su rol en la relación también. Están dejando de ser padres de niños y tienen que adaptarse a ser padres de adolescentes... temen si podrán hacerlo bien, a qué se enfrentarán, etc.
Paulatinamente los adolescentes empiezan a des-idealizar a los padres, para poder realizar estos cambios. Esto es algo que a los padres les cuesta mucho aceptar, ya que dejan de ser el referente más importante de sus hijos en esta etapa y se sienten criticados... sienten que sus hijos se alejan y empiezan a priorizar sus grupos de pares.
Esto es parte del proceso de identificación que transitan: estar con otros chicos de su edad, que les pase lo mismo. Se sienten más comprendidos, por eso es que los grupos de amigos cobran tanta importancia. Se están ensayando y comparando en su nuevo rol; incluso es normal que se vuelvan un poco egocéntricos: están teniendo muchos cambios y los están asimilando... se centran mucho en sí mismos y en lo que les pasa. Se prueban, se comparan, se ensayan: están construyendo su nueva identidad.
Muchas veces van a estar irritables, mal humorados o tristes. Es porque además de los cambios hormonales, están pasando por estos duelos y re adaptándose a su nuevo rol y su nueva figura. El cuerpo no sólo les crece, también les cambian en su forma y estos cambios no siempre son de su agrado: muchas veces sienten vergüenza. Les cuesta reconocerse a ellos mismos y piensan en cómo los verán los demás. Pesan mucho los modelos que ellos toman, que estén vigentes en ese momento y sobre todo, los que ven en sus grupos de pares.
No todos los adolescentes tienen la misma genética. Acá aparecen chicos que cambian mucho en esta etapa: que eran delgados y pasan a ser gorditos, que eran de determinada estatura y pasan a tener un cambio significativo que les cuesta aceptar, etc.
También es bueno saber que la clásica rebeldía y des-idealización que pasan en la adolescencia, es normal y esperable. Los padres deben saber que sus hijos los van a cuestionar, no van a estar de acuerdo en muchas de sus opiniones, van a querer ser independientes para algunas cosas y sin embargo, muy dependientes para otras.
Van a ser arriesgados, audaces, como también pueden tener temores inesperados. Lo que debemos tener en cuenta es, estar abiertos siempre al diálogo, a conocer las amistades que frecuentan, a marcar los límites y también las responsabilidades en forma gradual. No es lo mismo un adolescente de 13 años, que uno de 17. Si bien es una etapa, no se puede tomar toda por igual. Iremos de menor a mayor en cuanto a responsabilidades y libertades.
Hay algunos padres que adoptan posturas de amistad, "compinches" con sus hijos, etc. No se puede perder el rol y pasar a ser un amigo de nuestros hijos: debemos seguir siendo sus padres. Esto quiere decir que hablaremos todo lo que sea posible y negociaremos aquellas cosas negociables; pero no cederemos a los límites que consideramos importantes, siendo esta la primer regla. Ellos deben saber dónde está el límite a determinadas conductas, porque es algo que necesitan tener marcado para poder ubicarse mejor en su vida.
Es como señalizar el camino: luego ellos harán el recorrido de la ruta, dentro de esos límites prefijados. Es frecuente que tengan conductas de riesgo, porque creen que las cosas malas les pasan a los demás y no a ellos. Debemos hablar sobre este punto, para que tomen conciencia de dónde existe un peligro real y no lo están viendo. Esto es en las más diversas situaciones: sexo, embarazo, drogas, alcohol, accidentes, confianza con personas desconocidas, etc.
Debemos saber que si vienen con alguna pregunta y no estamos abiertos al diálogo, van a buscar esa información en otro lado y cerramos la puerta a futuras preguntas. Y esto nos quita la oportunidad de conocer cuáles son sus inquietudes, poder ayudarlos y trasmitir los valores que queremos darles.
Los grupos de amigos son muy importantes. Es bueno que los padres los conozcan, ya que son referentes a los cuales ellos van a tender a imitar. Es conveniente permitir que vengan los amigos a casa y tener la oportunidad de ver cómo piensan, qué hacen. Si se conocen sus familias, mucho mejor. Esto no significa que les vamos a limitar el campo de acción sólo a los conocidos, ya que sería cercarlo y no darle la oportunidad de que desarrolle un criterio propio sobre sus amistades; pero sí saber al menos, que cuenta con un grupo de referencia donde se manejan valores similares a los que les trasmitimos.
En este punto quiero hacer referencia a la prescencia de líderes de grupo. Es importante detectar si es un líder positivo o no y observar cómo reacciona nuestro hijo/a a su influencia. Tratar de ayudarlo a fortalecerse, a tener criterios propios y que pueda discernir entre lo que está bien y lo que no, para que no quede librado a criterios ajenos que en ocasiones puedan no ser beneficiosos.
De igual forma, ser concientes que no podemos controlar todo y que muchas veces, vamos a tener que confiar en ellos y en nuestro trabajo como padres durante los años previos, en la educación que le dimos, que es la base con la que van a enfrentarse ahora a las situaciones que se les presenten.
En algunos puntos podemos diferir y debemos aceptarlo, por ejemplo: que tengan gustos diferentes, es probable que la música que escuchen no nos agrade... o su gusto en la forma de vestirse, difiera mucho con el nuestro. Es parte de esa diferenciación que tiene que pasar ellos y nosotros también. Ellos no son prolongaciones nuestras que tienen que cumplir con nuestros planes: son personas diferentes que vinieron al mundo a cumplir sus propias expectativas. Nosotros los tenemos que ayudar en su camino, pero no es nuestro camino.
Le doy importancia a este punto, porque he atendido tanto padres como jóvenes, que se ven enfrentados por no poder entender esta diferencia y aceptarla. Padres que quieren que sus hijos cumplan un modelo de vida que los hijos no desean y si no se encaminan hacia dicho modelo, son rechazados por sus padres. Esto es algo muy importante a corregir y cambiarlo por aceptación y respeto hacia ellos y sus elecciones. Es la base para que sean futuros adultos que se sientan dueños de su vida y no personas dependientes de sus padres, a quienes tienen que complacer... si no, les retiran su cariño.
Por todo esto es que la adolescencia es un proceso difícil para ambas partes. Lo importante es recordar que a todos nos pasó y que es una etapa más de la vida. Hay que tratar de no dramatizarla ni estigmatizarla, y ayudar con nuestra actitud a que nuestros hijos la transiten lo mejor posible... y ¡nosotros, también!
Ps. Silvia Cardozo
ensil@adinet.com.uy
Terapeuta Cognitivo-Conductual
Técnico en Sexología Clínica
Integrante, Coordinadora y Docente de Suatec (Soc. Uruguaya de Análisis y Terapia del Comportamiento)
Teléfono del consultorio: 2 707 90 27