El Fénix era un ave maravillosamente bella que vivía en el paraíso, junto con el primer hombre y la primera mujer, a los que seguía a todas partes. Cuando Adán y Eva fueron expulsados, un ángel portador de una espada de fuego, fue designado para cuidar las puertas del paraíso e impedir que la pareja pudiera volver al Edén. Empujado por el amor y la lealtad, el ave Fénix intentó impedir que las puertas se cerraran definitivamente para sus amigos. Entonces, una chispa saltó de la espada del guardián y el hermoso plumaje del ave se encendió, terminando con su vida en una llamarada multicolor.
Quizá como un premio por haber sido el único ser que se había negado a probar el fruto prohibido o quizás porque era injusto que un acto de amor terminara en una muerte así, el caso es que todos los ángeles estuvieron de acuerdo en concederle al ave Fénix varios dones, entre ellos, el de sanar las heridas de otros seres vivos con sus lágrimas y el de la vida eterna… su inmortalidad se manifestaba en su eterna capacidad de volver a la vida, resurgiendo de entre sus cenizas.
Según la leyenda, cuando le llegaba la hora de morir, el ave Fénix hacía un nido de especias y hierbas aromáticas y ponía en él, un único huevo. Después de empollarlo durante algunos días, una noche, al caer el sol, el Fénix ardía espontáneamente, quemándose por completo y reduciéndose a cenizas.
Gracias al calor de las llamas, se terminaba de empollar el huevo y, al amanecer, el cascarón se rompía, resurgiendo de entre los restos aún humeantes, el ave Fénix. No era otra ave: era el mismo Fénix, siempre único y eterno, aunque siempre más joven y fuerte que antes de morir… siempre más sabio, porque tenía, además, la virtud de recordar todo lo aprendido en su vida anterior.
El mito del ave Fénix, existe en casi todas las culturas ancestrales y no solamente en las más antiguas tradiciones sagradas de oriente (egipcios, hebreos, sumerios y chinos), sino también que en los mitos y leyendas del Nuevo Mundo (mayas, aztecas, incas y mapuches) tienen equivalentes similares.
En casi todas las latitudes, es un animal de buen augurio, garantizando la vida y el eterno crecimiento de la raza. En China, es una parte muy importante de la cultura tradicional. Allí se describe clásicamente como un enorme pájaro con cabeza de serpiente, cuerpo de tortuga, alas de dragón, pico de águila y cola de pez, representando para algunos los cinco dones más virtuosos: justicia, fiabilidad, coraje, compasión y humildad.
Los que amamos los cuentos sabemos que, cuando una historia está tan presente a lo largo y a lo ancho de la geografía y de la historia, no puede significar más que una necesidad universal y compartida… una enseñanza o un aprendizaje que debe pasarse de generación en generación…
Aprender de los fracasos, volver a intentar lo que no se consiguió y crecer en la adversidad, todo esto a la luz de la experiencia adquirida.
Un mensaje de los ancestros que hoy definiríamos como un elogio a la resiliencia y que, para los estrategas de la guerra, se resume en aquella conocida frase que anuncia que perder en la más cruel de las batallas, pero no morir en ella, solo consigue hacernos más fuertes.
Hay una etapa en la vida en la que tienes que renacer… así que levántate, emprende el vuelo y continúa tu viaje.
Texto extraído de la web
Edición: Comuna Mujer