¿A quién le gusta fracasar? ¡A nadie!, ¿verdad? Esta pregunta tan obvia tiene, sin embargo, profundo significado para establecer las razones por las cuales hay personas que no se arriesgan. La derrota anticipada, se convierte en obstáculo insalvable… una sensación de impotencia tan demoledora, que paraliza e nos impide crecer.
“Quien no arriesga un huevo, no obtiene un pollo”, dice la sabiduría popular. El problema es que muchas personas no piensan así y dejan que muchos trenes se marchen, porque se quedan parados a la puerta de la estación. Y esto sucede porque creen que no van a poder. La parálisis por el miedo a la derrota así, aunque suene paradójico, ha triunfado y se ha cobrado una nueva víctima.
De nada les sirven los testimonios de miles de emprendedores alrededor del mundo, que han visto realizados sus sueños: gente que empezó con lo mínimo, hasta alcanzar verdaderos emporios. Es verdad que a veces se exageran las historias de superación personal, pero existen y deberíamos aprender de ellas.
La seguridad en uno mismo, es uno de los factores que contribuyen a sacar adelante las ideas. La reflexión sería: si otros pueden, ¿por qué yo no? Cada uno conoce sus límites y posibilidades; no obstante, es probable que el miedo a dar el primer paso, termine por dejarnos fuera de combate antes de presentar batalla.