“Los seres humanos se definen por su capacidad de establecer vínculos con personas significativas, que cumplen la función de dar seguridad y actúan como modelo… una persona que es cariñosa, leal, preocupada por los otros, muy raramente se quejará de que las demás personas son injustas y poco generosas con ella. Esta capacidad para querer y ser querido, se aprende desde muy temprano y es uno de los factores que pueden proporcionar mayor felicidad en la vida.” - Ps. Neva Milicic (psicóloga especialista en educación, estudió en Gales y ejerce la docencia en la Universidad Católica de Chile… colaboradora de numerosos medios y revistas, ha publicado varios ensayos, tanto académicos como divulgativos, sobre educación).
El reinicio de las clases retoma las inquietudes pendientes, las expectativas de los retos de una nueva etapa y las preocupaciones de si sus hijos van a saber actuar frente a las nuevas situaciones de aula-amigos-escuela. Para aquellos padres que ya han enfrentado conflictos durante la primera etapa escolar, sea en la adaptación de sus hijos o por el clima del aula de clases, no deja de ser una tensión y es ciertamente removedor, el pensar que se volverá a repetir la misma u otra historia.
Los padres, pueden percibir que desde los seis años de edad, los niños inician una etapa de crecimiento mayor que en las vividas anteriormente: ya hay control de esfínteres, lenguaje explícito, buen manejo de la bipedestación (caminan por sí solos)... hay un exiguo autocontrol hacia determinadas situaciones: son capaces de recibir órdenes y cumplirlas, cognitivamente están en una etapa exploratoria y de descubrimiento de sus propias experiencias y de todo lo que observan, pero aún se sienten vulnerables y temerosos frente a lo nuevo, y demandan mucha protección y vínculo cercano, que solo su familia directa les puede proporcionar a través del apego, la seguridad y el amor, para seguir creciendo y desarrollándose.
Durante ese proceso de apego y vínculo seguro que le demuestran los padres, los niños van a aprender a reconocer las clases de afecto y emociones, lo cual los hace más susceptibles percibiendo esos reconocimientos. Es la etapa en que a los adultos les toca mesurar cognitivamente las formas cómo se proyectan a sus hijos, al dar órdenes, poner límites, brindar recompensas y castigos con ecuanimidad, mostrar autenticidad y coherencia en la proyección de emociones y enseñanzas valóricas, pues todo ello va a ser reproducido por los "peques", al momento de su integración escolar y frente a otros pares de su edad.
En función de la mejor integración escolar de los niños, los aprendizajes de las habilidades sociales cobran relevancia. Son los niños en su convivencia con otros pares, quienes nos van a mostrar de qué manera se están integrando y cuáles son las habilidades sociales que han adquirido y que traen desde su casa... lo que han visto y vivido hasta ese momento y puesto en la práctica con sus cercanos, conocidos o desconocidos.
La convivencia en el aula escolar, no es más que el reflejo de lo que muchos niños viven en sus hogares. Los actos que muestran los niños, nos permitirá a los adultos, caer en cuenta de cómo nuestros hijos están desarrollando las competencias sociales: si abordan o no a otros niños, a quiénes escogen para ser amigos, si son capaces de compartir con ese otro, si ayudan y colaboran con su grupo o si prefieren aislarse... si conversan acerca de las cosas que hacen o les gustan, si saludan o se mantienen en silencio.
En base a la observación, los padres podrán actuar, estimulando e interviniendo para generar actividades, en pos de mejorar esas competencias aún no desarrolladas, sin que ello signifique desvirtuar las características personales que puede tener cada niño.
Cuando un niño es capaz de integrarse a un grupo, hacer amigos, colaborar, compartir, saludar, disculparse, invitar a otros a su casa, solidarizar con los otros, pedir ayuda, expresar lo que le molesta con sinceridad y serenamente, pedir información, conocer sus derechos y los de los demás, ofrecer su ayuda, entre muchas otras conductas, los padres podrán sentirse confiados y seguros de haberle brindado a su hijo, las herramientas para su supervivencia y convivencia en sociedad; además de haber realizado su mejor esfuerzo para brindarle fortalezas y autoestima, coadyuvando así a evitar que sea sujeto de vulnerabilidad, por agresiones y rechazos, en cualquier grupo social.
Guadalupe Orellana“Ecuatoriana, Psicóloga Educacional de profesión, esposa, madre y abuela. He tenido la oportunidad de desarrollarme en distintas culturas: Francia, EE.UU., Bolivia, Perú, Ecuador y ahora, Chile. Me siento muy contenta de vivir en Chile. Sobreviví el terremoto del 27/02, a los pocos meses de haber llegado y percibí la vulnerabilidad humana frente a la madre natura. Eso me ha permitido sentirme un miembro más, apegado y solidario, de la comunidad chilena.”