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Madres primerizas: cuando la maternidad no es lo que soñabas

Madres primerizas: cuando la maternidad no es lo que soñabas

Por Silvia Cardozo


Las madres primerizas pueden traer mucha idealización sobre lo que será esa nueva vida con el bebé y la traen justamente, por la falta de experiencia y las expectativas de lo que soñaron que iba a ser. Cuando se enfrentan a la realidad, es frecuente que se sientan desencantadas por momentos y también, desbordadas. Pasan de la idealización de la maternidad al otro extremo, donde ninguno de los dos es real. 

Ser madre es una experiencia única e intransferible, de los retos mayores que nos presenta la vida. Eso no quiere decir que todo el tiempo estemos contentas o felices respecto a nuestros hijos, sobre todo en los primeros años y más aún, en los primeros meses donde afloran todos nuestros miedos e incertidumbres, además de enfrentarnos a un gran cambio de vida, sobre todo en la rutina que traíamos. Ese bebé que soñamos, por momentos puede ser una fuente de amor, pero también, motivo de peleas o roces, descuidos en la pareja, en las amistades, en nuestro trabajo, en nosotras mismas.

Todo aquello que creíamos que iba a ser un idilio casi permanente, se transformó de a ratos en una situación que nos tiene desoladas y sin saber cuánto va a durar. Cuesta en esos momentos, dimensionar realmente la situación. El cansancio se apodera de nuestro ser y empezamos a ver de manera distorsionada la maternidad. 

¿Qué es lo que está mal?

Muchas veces suelen decir que nadie les avisó que iba a ser así la maternidad...que iban a pasar tanto trabajo, que iban a estar con frecuencia agotadas y de mal humor... que no iban a dormir muchas noches y que aún estando exhaustas, iban a levantarse cada vez que sus hijos la necesitaran... que iban a discutir con sus parejas, con su familia o que las iba a invadir en algún momento, una sensación de tristeza... que les iba a cambiar tanto el cuerpo y la vida.

Es probable que les hayan dicho, que iban a sentir el amor más grande de su vida y que era fantástico. Pero esto otro brilló por su ausencia, seguramente te preguntas ante esto, ¿qué es lo que entonces está mal?

Justamente no hay nada que esté mal en verdad, sino que el problema radica en las expectativas previas que te habías hecho y lo que luego es la realidad.  

Este es el principal factor que lleva a la desilusión: la confrontación con lo no esperado, lo fantaseado con lo real, el “debería ser” con lo que “es”. Si pudiéramos dejar esas expectativas ideales que traíamos y ubicarnos más acorde a cómo van rodando las cosas, seguramente las frustraciones serán muchas menos. 

Mientras más pronto liberes de tu mente “lo que debe de ser” y aceptes las cosas como son, menos te angustiarás. Y aplica, no solo en los primeros años de vida, sino en toda su crianza. Si bien vas adaptándote cada vez más a la realidad, igualmente es inevitable depositar ciertas expectativas idealistas sobre tu hijo.

En otras palabras: tú piensas que tus hijos van a ser de una forma (porque así los soñaste, porque así los criaste, porque así “debería de ser”), pero existe la gran posibilidad de que tus hijos sean diferentes y la razón por la que son así, es muy simple: son individuos, son otra persona, no son tú, son ellos.

Te enfrentas nuevamente a que la realidad te devuelve que no es ni lo que leíste, ni lo que pensaste, ni lo que te dijeron…. de nuevo: “lo que debería ser”.

¿Ejemplos?

- Querías un parto natural y acabaste teniendo cesárea.
- Querías manejar el dolor y acabaste pidiendo a gritos la epidural.
- Querías amamantar exclusivamente, pero no lo lograste.
- Querías arrullar a tu hijo todas las noches de tu vida, pero te agotaste.
- Querías ser la mujer más feliz del mundo, pero tuviste depresión postparto.
- Prometiste dejar de trabajar para estar con tu bebé, pero hizo falta el dinero.
- Prometiste dejar de trabajar para estar con tu bebé, pero extrañaste el trabajo.
- Cuando estuvo en edad escolar, querías que fuera muy buen alumno y resultó ser desconcentrado o hiperactivo  y te llamaron del colegio. 
- Cuando son más grandes, hubieses querido que fueran médicos o cualquier otra profesión y resultó que no quieren hacer una carrera. 

Y así sucesivamente con todos los ideales que no se dieron como creías en un principio. 

Pero nada de esto debe ser un problema. Seguramente si miras cada ejemplo, ninguno cambia nada de lo esencial de tu vínculo con tu hijo: siempre estás haciendo lo mejor que puedes

Y eso alcanza, generalmente es suficiente. Y si sientes que en algún momento no alcanza, está muy bien pedir ayuda: eso no te hace menos “buena madre”, ni mucho menos. Todas las personas tenemos limitaciones de algún tipo y es muy sano aceptarlas.
 
Lo primero es liberarnos de esas expectativas irreales y luego, disfrutar de cómo se va dando esa experiencia en la que nuestro rol es ayudar en su proceso de crecimiento. 

Aceptar que vamos a cometer errores y ellos también, que no tenemos que ser perfectas, porque eso no existe. Alcanza con saber dar suficiente amor y delimitar la “ruta” por donde ellos deben transitar. 

¿Qué implica esto?

Poner los límites que consideremos necesarios, para que dentro de ellos puedan crecer... es como poner un tutor a una planta: lo necesitan para no doblarse, para crecer de forma sana.

Siempre tener en cuenta que no vinieron al mundo a cumplir nuestras expectativas, sino las propias. Cuando podemos visualizar eso, es que los dejamos ser, sin transferirles que sean lo que nosotros hubiésemos querido, o que cumplan las posibles frustraciones nuestras. 

A partir de esta concientización, hay muchos menos “debería” y muchos más “dejarnos maravillar” con el rumbo que están tomando como personas, a medida que van creciendo.

Nos sorprendemos con sus propios gustos o aficiones, con su facilidad o debilidad para determinadas tareas, con sus propios ideales y proyectos... con esa otra vida que trajimos al mundo y que ya es parte activa de él. 

Cuando miramos para atrás, vemos muy en el olvido ese trabajo que nos daban cuando recién nacieron, esas noches sin dormir o ese mal humor, quedan la cantidad de experiencias vividas y cuánto nos enriqueció la vida el ser madres: ese sentimiento que se va construyendo con el tiempo y que cuando vemos el resultado de nuestra labor después de pasados los años, nos sentimos con la sensación de haber cumplido la mejor de todas las tareas que se nos podían encomendar, la de criar a otro ser humano, que es nada menos que nuestro hijo. 

Por eso difícilmente alguna madre advierta a otra sobre las dificultades de los primeros tiempos o del primer bebé... porque sencillamente ¡se olvidan!  

El secreto está en tomar las cosas con más calma y no desbordarse. Tener en cuenta que todas las madres pasamos por estas cosas y por algo muchas repiten la experiencia. 

Cada etapa de la vida de ese hijo no vuelve y hay que tratar de disfrutarla al máximo, a pesar del cansancio y otros avatares que surjan. 

Siempre van a haber cosas que van a compensar ampliamente todo ese trabajo.
  
Créeme que luego, vas a extrañar muchos de los momentos vividos. Cuando pase el tiempo y mires en retrospectiva, vas a pensar que todo valió la pena y que ¡volverías a repetirlo!

Ps. Silvia Cardozo

Ps. Silvia Cardozo

ensil@adinet.com.uy ensil@adinet.com.uy
Terapeuta Cognitivo Conductual

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