En la cultura oriental, es común el uso de cuentos a modo de enseñanzas. La interacción alumno-maestro, generalmente planteada a modo de diálogo, de pregunta y respuesta acompañada de enseñanza, coloca al lector como observador pasivo de la situación, en la cual el maestro dispensa su sabiduría al alumno. La lectura dejará un mensaje y buscará estimular la reflexión del lector.
Un joven llega con el anciano y le dice:
- “No participaré más en el grupo.”
El anciano respondió:
- “Pero, ¿por qué?”
El joven respondió:
- “Veo a mi hermana que habla mal de otra... un grupito que vive hablando y no apoya... personas que durante la danza pareciera que tratan de lucirse, en lugar de mirar el árbol y tantas otras cosas malas que veo...”
El anciano le responde:
- “Muy bien, pero antes de irte, quiero que me hagas un favor: toma un vaso lleno de agua y da seis vueltas por el círculo, sin derramar una gota de agua en el suelo. Después de eso, puedes salir del grupo.”
Y el joven pensó: “¡Muy fácil!” Y dio las seis vueltas como le pidió el anciano.
Cuando terminó dijo:
- “Listo.”
Y el anciano le preguntó:
- “Cuando estabas dando vueltas, ¿viste a algún hermano hablar mal de otro?”
La respuesta fue: “No.”
“¿Viste a los danzantes quejarse entre sí?”
- “No.”
-“¿Viste a alguien que no estuviera apoyando?”
- “No.”
- “¿Sabes por qué?”, le preguntó. "Estabas concentrado en el vaso para no tirar el agua."
Lo mismo es en nuestro grupo y en la vida. Cuando nuestro enfoque sean nuestros pasos, no tendremos tiempo de ver los errores de los demás.
Quien sale de un círculo por causa de otro, nunca entró a danzar, a sanar, a rezar, a orar por la humanidad. Quien se fija en los demás, nunca entró con el fin de honrar a sus ancestros, nunca entró para su propia evolución, de encontrar en la danza su verdadero espíritu, de servir a la comunidad.