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“El nido vacío”: cuando los hijos se van de la casa

“El nido vacío”: cuando los hijos se van de la casa

Es una etapa inevitable de todos quienes somos padres. En algún momento de la vida, esos pequeños niños que tanto cuidamos y luego adolescentes que tanto quisimos encaminar, se van a ir de nuestro lado para independizarse y seguir su vida. A veces formando otra familia o también, viviendo solos o con amistades, pero dejando ya de estar bajo “nuestra ala” de protección permanente, como hasta ese momento

Muchas veces, en los padres, aparecen sentimientos de tristeza, soledad, vacío, ansiedad, melancolía, irritabilidad. Esto va de la mano del duelo que están transitando

A veces el tiempo alcanza para ir mitigando estos sentimientos y recuperando nuevamente el bienestar y otras veces, va empeorando o no cesa este estado, y se debe acudir a ayuda profesional para superarlo.

¿De qué depende esto?  

- Que el vínculo con los hijos sea positivo. Si hasta ese momento se mantuvo una buena relación, entonces se puede aceptar el cambio como el logro de haber hecho las cosas bien: para que ese hijo haya madurado en forma sana y pueda independizarse de sus padres, como es esperable y sano.

Muchos padres crían a sus hijos muy dependientes emocionalmente y no se van nunca de su casa, se van muy tardíamente o el proceso de separación se hace muy doloroso para todos. Esto no es saludable para nadie, porque tanto padres como hijos, sienten frustración y ambivalencia respecto a separarse

Hay que aceptar que es una etapa de pérdidas pero también, de ganancias. Si el motivo que los lleva a irse de su casa es formar un nuevo hogar, a algunos padres les cuesta aceptar que ya no tienen poder de decisión sobre ellos y que asumieron formar una nueva familia, a la cual se deben y tienen que priorizar. Pero esto es parte de lo esperable y tiene que primar el sentimiento del deber cumplido, de darse cuenta que los hijos no son de uno y que está en cada familia, el poder sumar en la vida aceptando ese nuevo vínculo que los hijos eligen y no compitiendo con él, como muchas veces se ve. Esto es ampliar lazos sumando, desde el respeto y la aceptación, la pareja de su hijo/a al vínculo familiar.

Cuando los padres no aceptan esa situación, es cuando vemos que entran en competencia con las parejas de sus hijos, descalificándolas o tratando de tomar decisiones que son de la pareja y no de ellos. En definitiva, tratando de mantener su influencia parental sobre los hijos.

En general esto suele terminar muy mal para todos los involucrados, porque los padres terminan por perder lo que tanto temían perder: el vínculo con sus hijos y de esta forma, alejan tanto al hijo como a la pareja, y por ende, futuros nietos, etc.  

De esta forma, la culminación de esta etapa se convierte en un verdadero fracaso, mientras que, de resolverse bien, debería transitarse en forma exitosa para todos: sumando y no restando en afectos. Llevándose bien con la persona que los hijos eligen y no sentir que le quitan nada, pudiendo de esta forma, compartir afectos

Situación similiar sucede si los hijos deciden ir a vivir con amistades, por ejemplo por practicidad, como sucede en los traslados desde el interior del país a la capital, por motivos de estudio. Los hijos viven con otras personas de su edad y los padres lo aceptan, pero no dejan de querer controlar todo el tiempo lo que sus hijos hacen o dejan de hacer

También, la mayoría de las veces hay dependencia económica y a veces, los padres la hacen pesar en la la toma de decisiones de los hijos, sintiendo que así siguen controlando sus vidas. Hay que ser conscientes que a veces, nuestros sentimientos nos traicionan en relación a lo que es bueno para ellos. Debemos criar seres independientes, con herramientas para manejarse sin necesidad de nosotros. 

Recuerdo un caso de una madre que envió a su hijo de veintidos años a consulta y después de verlo varias sesiones, era claro que el problema no lo tenía el joven, sino su madre que no podía dejarlo crecer sanamente e independizarse. En algunos casos hay que tomar conciencia de que podemos estar equivocándonos en nuestro parecer y está bien escuchar otras opiniones.

Otro factor que incide: 

- Que los padres no hayan basado su vida solo en torno a los hijos y hayan podido cultivar la relación de pareja, amistades, intereses y actividades recreativas propias, etc

Esto ayuda a mitigar el sentimiento de soledad y también, compartir con otras personas y ocupaciones el tiempo que antes dedicaban a sus hijos. 
Cuando las personas basan su vida solamente en los hijos, esta etapa se hace muy difícil porque sienten que pierden lo único importante de su vida. Era a lo que se dedicaban: a criarlos y nada más. Su vida pasa a quedar sin sentido cuando se van. 

También se genera una brecha importante en la pareja, que solo se concebían como padres y ya habían dejado de ser pareja, y es muy difícil reencontrarse luego de tanto tiempo, para subsanar esta distancia.

No hay que olvidar que esa persona es la que elegimos para el resto de nuestra vida... los hijos crecen y se van.

Esta dependencia con los hijos, también genera un sentimiento de culpa en ellos, porque sienten que abandonan sus progenitores, como si esto no fuera algo natural de la vida.

Ese vínculo de dependencia, se siente para ambos lados y les influye incluso en su nueva vida. Son esos hijos que aunque se hayan casado, no pueden dejar de estar pendientes todo el tiempo de sus padres, porque se sienten responsables de ellos, pero no de una forma sana, sino de una forma culposa. Continúan consultando con sus padres decisiones que deberían tomar con su pareja, etc. Esto trae a la larga, problemas de pareja y también entre padres e hijos, porque esa dependencia termina generando hostilidad.

Por eso ayuda mucho que los padres hayan podido nivelar y equilibrar sus vidas entre criar sus hijos y seguir con su vida e intereses propios, por fuera de los hijos.

También le están trasmitiendo a sus hijos, que tienen vida más allá de ellos y que los hijos no tienen que ocuparse ahora de los padres, sino dedicarse a su propia vida.


Eso es parte de un vínculo sano, que no se logra de un día para el otro, sino que se hace a lo largo de toda la vida.

La independencia: un proceso gradual

La independencia de los hijos es un proceso gradual: de menor a mayor. Desde muy niños se van independizando de nosotros... cuando no nos necesitan para determinadas tareas porque pueden hacerlas solos... se va dando así sucesivamente y en forma progresiva, hasta que son adolescentes y llegan a la juventud.

Cuando los padres tienen la tendencia a alargar las etapas, es cuando empieza a dificultarse la independencia en forma natural.

Un ejemplo: cuando pueden comer por si solos o vestirse, pero los padres insisten en hacerlo ellos... cuando son más grandes y pueden realizar actividades sin ellos (ir de campamento con el colegio, ir a casa de amigos a quedarse, etc.) y los padres no los dejan por temor... todo esto es parte de no querer aceptar ese proceso de independencia y crecimiento de sus hijos.  
En la adolescencia esto se complica más, porque los padres tienen que verse con la rebeldía, con la desidealización y cuestionamientos que hacen los hijos y no saben cómo lidiar con esto. Los padres deben saber que es parte del proceso natural de despegue de ese adolescente, que lo necesita para superar esta etapa donde dejan de ser niños, para transitar posteriormente a la adultez. Necesitan ir formando sus propias ideas, seguramente distintas y hasta contradictorias a veces, pero que es parte de ir creciendo. 
Lo mismo sucede con  la priorización del grupo de pares: se pasan todo el tiempo con amistades de su edad, porque necesitan identificarse con grupos; pero que luego todo esto pasa y si se realizó en forma exitosa, va a desembocar en una relación más adulta con los padres, donde el afecto no se pierde, sino que lo que cambia es la forma de vincularse y la dependencia.

Los padres en la adolescencia no tienen que perder de vista que es gradual y progresiva, que los límites que se ponen a los trece, no pueden seguir siendo los mismos que a los dieciséis ni a los dieciocho... que deben ir adaptándose a las capacidades de sus hijos e ir “soltándolos” gradualmente. A veces se comete el error de tomar toda  la adolescencia como igual, marcando siempre las mismas normas y esto entorpece el proceso. Por ejemplo, si a los trece años no se lo dejaba salir de noche, eso ya no puede pasar a los dieciséis. Y si a los dieciséis, se lo iba a buscar a todos lados cuando salía, eso ya no puede pasar a los dieciocho y así sucesivamente. 

Las responsabilidades que deben asumir también deben ser progresivas, así como lo fueron los permisos. 

Y luego viene la etapa de la juventud, donde la independencia es mayor y no nos necesitan tanto, sobre todo emocionalmente, como en etapas anteriores. Esto no quiere decir que los hijos no quieran a sus padres (que es el error frecuente que sienten éstos, cuando no se sienten necesitados). Es simplemente una maduración propia del proceso de independencia que hace que no estén pendientes de ellos, porque necesitan abocarse a su propia vida. 

Por eso, ya desde la decisión de tener un hijo tiene que hacerse de forma generosa, no esperando otra recompensa el día de mañana que no sea verlos crecer y realizarse felices, como personas independientes en su vida. Si los padres tienen claro eso desde un principio, van a poder transitar mejor ese “despegue” de los hijos, cuando llegue el momento. Lo van a sentir como parte del proceso natural, del cual ellos ayudaron en forma positiva y van a ganar en un vínculo diferente con los hijos, más maduro, más de igualdad y por ende, más feliz para todos.

Ps. Silvia Cardozo
Terapeuta Cognitivo Conductual
ensil@adinet.com.uy

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Comentarios (4)

Agregar un comentario

Comuna Mujer 11-07-2014

Gracias a ti Mabel, por tu comentario. La verdad que el hecho que nos cuenten sus experiencias, siempre es un aporte.
Te has dado cuenta que la vida siempre nos compensa? Por un lado, tienes la tristeza del \"nido vacío\" por parte de tu hijo; pero por la otra, tienes a tu nieto, que por lo visto, llena tu vida. Anímate a salir... sacarlo a pasear... y por otro lado, puedes también armar planes con amigas... no es bueno que te encierres... además, puedes también empezar a desarrollar un hobby, ahora que tienes más tiempo para ti. Es cuestión de ponerle ganas y empezar a aceptar esta nueva etapa de la vida, que seguramente te traerá nuevas alegrías y momentos felices. Un beso enorme y gracias por acompañarnos!!!

mabel montiel 02-07-2014

Muy cierto y bueno... estoy pasando por esa etapa: mi hijo se juntó con su novia hace 5 meses; vivo sola no tengo pareja y me siento muy sola... no tengo ganas de salir. Lo bueno de todo esto, es que tengo un nieto por parte de mi hija y la verdad, me siento la mujer más feliz del mundo. Gracias por el aporte.

Comuna Mujer 26-06-2014

Es así, Adela. Te agradecemos mucho el aporte y le acercaremos tu inquietud a Silvia. Un beso grande.

adela 24-06-2014

Está muy bueno el análisis. Me gustaría que agregaran, cuando somos del interior y se tienen que ir a estudiar para la capital, que son relativamente chicos, creo yo, por experiencia, que es más delicado aún: lo tienen que hacer y se encuentran que tienen que aprender a vivir sin su familia.

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