El verano es una época que habitualmente aprovechamos para el descanso y el esparcimiento. Procuramos disminuir nuestro nivel de estrés y romper al máximo con la rutina de la vida diaria... vamos a playas y piscinas para refrescarnos. Podemos disfrutar del deporte, paseos y charlas con la desnudez de los cuerpos, sin ningún tipo de tapujos. Y, aún sin agua de por medio, el calor del verano propicia llevar vestimentas insinuantes y transparentes, que permiten aún más, el seducir y ser seducidos.
¿Coincide acaso con las variaciones climáticas... con las variaciones hormonales? Todos estos interrogantes son de importancia para que las parejas tomen conciencia de aquellas cosas distintas que les permiten disfrutar plenamente del encuentro amoroso o, por el contrario, de aquellas que les inhiben el placer.
Durante el año no faltan ocasiones en las que el estrés se apodera de nosotros. Pasamos por situaciones complicadas en el trabajo y cuando llegamos a casa, estamos demasiado cansados. El estrés cotidiano, limita y afecta la calidad de vida de la pareja... nos vuelve más irritables y tendemos a ser más negativos, fijándonos mucho más en los errores y defectos de quien nos rodea, interpretando mal lo que nos dice o hace. Incluso puede llegar a parecernos que todo lo que hace está mal.
En realidad, varios factores ayudan a un incremento del interés sexual en verano: el protagonismo de determinadas hormonas que responden positivamente al sol y al buen tiempo. La testosterona, hormona que estimula el deseo sexual, alcanza sus niveles más altos durante el verano, dado que responde a los estímulos de la luz. La serotonina y la endorfina, involucradas en la sensación de placer, aumentan sus niveles en el cuerpo con la alimentación, el ejercicio físico y la luz: tres componentes que van especialmente asociados a estos meses.
El bronceado de la piel, la hace más sugerente y atractiva. Se usan prendas de vestir más ligeras e insinuantes, con colores muy intensos y estampados alegres y llamativos. Estas telas y el semidesnudo y/o desnudo al tomar el sol, se convierten en incentivos visuales, que despiertan fantasías sexuales.
Estando de vacaciones, al no tener que madrugar y no llevar una rutina de obligaciones, se suele estar más receptivo a la hora de concederse o buscar intimidad.
El buen humor y la flexibilidad de horarios, hacen que los defectos de la pareja sean percibidos con menor negatividad que en otras circunstancias. Además, con el pretexto de "estamos de vacaciones", muchas parejas se animan a llevar a la práctica algunas fantasías sexuales, pensando que en esos días todo está permitido y hay que desinhibirse.
Para muchos, la playa y los escenarios al aire libre, resultan "musas" inspiradoras de situaciones muy eróticas: acariciarse e incluso hacer el amor en el agua del mar, en la montaña bajo las estrellas, en el césped de los parques, en el jardín de la casa, etc. La siesta también induce momentos de placer, muchos eligen ese sueño de la tarde, como uno de los momentos preferidos para mantener relaciones sexuales.
Lo cierto es que en vacaciones, todo puede ser diferente. La tensión y el estrés desaparecen. Tenemos tiempo para estar con nuestra pareja, para conversar, divertirnos y disfrutar el uno del otro.
Rompemos la rutina y no estamos sujetos a horarios... estamos relajados y con deseos de estar juntos. Las circunstancias son favorables y las ocasiones para un encuentro sexual, se multiplican.
Para otras parejas sin embargo, las vacaciones no representan un retorno al paraíso perdido, sino, por el contrario, aumentan las distancias y aún en el lugar más maravilloso, las cosas no cambian. Y esto, aunque doloroso, puede activarles iniciativas de cambio.
Lic. Diana M. Resnicoff
Psicóloga Clínica. Sexóloga Clínica.
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