Para aprender a gestionar las emociones a través de la respiración, lo primero que debes saber, es que esa función puede ser de varios tipos. Hay básicamente dos formas de respirar que inciden en el mundo emocional.
La respiración abdominal. Es la forma natural de respirar; por eso la tienen los bebés al momento de nacer. En este tipo de respiración, es como si tragaras el aire y lo llevaras al estómago. Se basa en el funcionamiento del diafragma.
Es altamente saludable para aliviar tensiones y oxigenar órganos vitales como el corazón y el hígado. Si la practicas con frecuencia, obtienes grandes beneficios.
Respiración energética. Es la que aparece durante los momentos en los cuales realizamos ejercicios físicos.
Su principal función es la de llenar de vitalidad al organismo en su conjunto. Muy adecuada para momentos de grandes dificultades emocionales.
La
ira es una de las
emociones más dañinas para el cuerpo y la mente. Por eso es de importante que aprendas a controlarla, para evitarte males mayores. Lo puedes hacer a través de la respiración.
En el momento de experimentar el enfado, quédate quieto. Luego inspira profundamente y después exhala, con toda la fuerza de la que seas capaz. La ira es como una olla a presión a punto de explotar: respirar con gran potencia, se asemeja a la liberación de la presión en ese tipo de artefactos. Si no se produce ese escape, de seguro habrá un estallido.
Cuando experimentes cierto agotamiento en la respiración, comienza a inhalar y exhalar de forma pausada. Ya estás tranquilo. Le evitaste a tu organismo una sobrecarga emocional que podría dañarlo y también evitaste un conflicto probablemente innecesario.
Evalúa la forma en que respiras diariamente y toma conciencia sobre lo que ella refleja.
Al cuidar tu manera de respirar, también proteges tu cuerpo, tu mente, tu vida.
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