Un día vas a una tienda y ves un par de zapatos fabulosos... tan lindos, tan altos, tan brillantes, tan coloridos, tan diferentes... y pides tu número, pero resulta que no hay. Así que te pruebas otro número, uno más pequeño... no es el tuyo, pero quizá funcione. Te miras al espejo y … ¡wow!
En realidad son los zapatos más bonitos que has tenido... simplemente te encantan, te ves genial y además, están en rebaja. Pero hay una sola cosita: te aprietan... no mucho, sólo un poco. Aun así, decides llevarlos: no te aprietan tanto y te gustan demasiado, así que pones en la balanza los pros y los contras, y los compras.
El primer día los usas bien. Tus pies terminan un poco cansados, pero lo toleras. Los días siguientes te aprietan y ya duelen tus dedos... pero los amas, así que sigues usándolos...
Te ves fabulosa. Pasan los días y ya tienes ampollas, tus deditos apretados... ya ni puedes caminar bien, pero te gustan tanto que no quieres dejar de usarlos.
Hasta que un buen día tus pies dicen “¡ya no más!”. Y como el cuerpo es sabio (más que nosotros), tus pies se hinchan para que ya no puedas someterlos a la tortura de esos maravillosos zapatos.
Ya no te quedan... no hay manera de que te entren. Lo intentas, los aflojas, encoges el pie, te los pones a medias... y ¡nada! Lloras, reniegas... y ¡nada! Esos zapatos nunca fueron de tu talla. ¡¡¡Lo sabías!!!
Quisiste creer que a lo mejor, con el tiempo, cambiarían de talla, se ajustarían a ti, agrandarían un poco, se amoldarían a tus pies. Fingiste demasiado bien que no te apretaban, con la esperanza de que si no lo decías, desaparecería el dolor.
Entonces... ¿qué hacer? Tienes dos opciones.
1. Aferrarte a esos zapatos que no te quedan, ni te quedaron nunca, porque son ¡tan bonitos!, ¡te gustan tanto!, les tienes mucho apego... así que los guardas por si algún día te quedan (aunque sabes que tu pie no va a encoger por arte de magia). Puedes elegir que te lastimen un poquito... o mucho...: siempre podrás ponerte un curita o fingir que no te duele...
2. ¡¡¡Dejarlos ir!!! Les agradeces haber sido unos zapatos tan lindos para ti, que te hicieron lucir fabulosa... y los sueltas, los tiras o los regalas. No te quedarán nunca y ya lo aceptaste. El dolor de tus piecitos te enseñó que debes siempre comprar tu talla, no otra. Aprendiste que si te duele, debes curar tu ampolla y dejar de hacer eso que te lastima.
De igual forma sucede con las relaciones, como con los zapatos.
(Texto adaptado de autor desconocido).
Nos adaptamos, nos contamos cuentos: “quizás con el tiempo va a cambiar”; “si me someto un poco más, se dará cuenta y me tratará como espero y deseo”; “si no le contesto, se dará cuenta que no debe gritarme... que no me debe tratar así”... sin embargo, al igual que con los zapatos, si te aprieta, si te duele o no te queda, por más lindo que parezca, no son para ti y con el tiempo ya no lo aguantarás.
Entonces... ¿hasta cuándo te adaptaras a aquello que en realidad te duele y te hace daño?
¡Es tiempo de despertar! ¡Es tiempo de simplemente elegir ser feliz!
Y entonces… ¿te atreves a ir por MÁS?... ¿Más qué?: Más felicidad, más amor, más paz, más tranquilidad, más alegrías, más risas, más disfrute, más gozo, más juegos, más abundancia de TODOOO… más espiritualidad, más cariños, más ternura… ¡más consciencia!
María Jesús Martínez Bórquez
Psicóloga, Facilitadora de Ceremonias y Talleres.
Coach Ontológica. Terapeuta Floral.
Astróloga. Sahumadora.
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