Mujeres independientes, que defienden sus derechos, que se proclaman contra cualquier sometimiento… sin embargo, a veces, aceptan que las que deben planchar, limpiar, cocinar y estar a la orden, son ellas. ¿Por qué no se puede evitar?
Algunas manifestaciones de que se está criando un futuro machista y… cómo evitarlo.
Con frecuencia, se suele creer que el machismo es una concepción natural de los varones y que las mujeres sólo participan como víctimas de una visión del mundo que proclama al género masculino como centro y que limita el dominio de lo femenino, al exiguo ámbito de lo doméstico.
Sin embargo, el machismo es mucho más que una mera actitud corporativa y casi folklórica, que el gremio masculino esgrime cuando ve amenazada su supremacía ancestral.
No se trata, en efecto de un partido de fútbol de varones contra mujeres, en el que se juega el derecho de ver quién es el que lleva los pantalones.
El machismo es una forma de pensar la distribución de poderes y de roles, una manera de concebir el mundo en términos de sumisión y de obediencia. En definitiva, para decirlo con una palabra gastada, desprestigiada y con demasiadas resonancias políticas, se trata de una ideología y como tal, es sustentada tanto por varones como por mujeres; aunque sean estos últimos los encargados de asumir su defensa.
Dado que se trata de una ideología casi tan vieja como el mundo y tan difundida como la injusticia, se ha transformado en algo casi natural.
El machista o la machista, por lo general, no tienen conciencia de lo que es. ¿Acaso puede existir una forma distinta de concebir las relaciones entre varones y mujeres, que tal como se aprendieron desde la más temprana infancia?
El machismo se aprende a través de pequeñas actitudes, se trasmite con “la leche templada y en cada canción”, cómo diría Joan Manuel Serrat.
Aquellas mujeres que lograron tener el varoncito y la nena, suelen experimentar en carne propia la contradicción entre lo que se cree racionalmente y lo que se siente. En efecto, incluso aquellas que se proclaman no machistas, tienen, a veces, actitudes que ponen en evidencia lo contrario.
Para criar un hijo machista, no hace falta recitarle el credo de la supremacía del varón. En este caso, como en muchos otros, las actitudes influyen más que las palabras.
1. La peor ofensa para un padre machista es que su mujer le sea infiel aunque él mismo le haya sido infiel en diferentes oportunidades.
2. Es denigrante para estos varones realizar tareas domésticas porque consideran que esas tareas los feminizan.
3. Suponen que las mujeres son más sensibles que los varones porque consideran la sensibilidad como un atributo negativo.
4. Creen que la mujer no debe tener amigos que no sean los del marido.
5. Están convencidos que la infidelidad del varón es perdonable.
6. Afirman que en la relación de pareja, el varón debe tomar siempre la iniciativa.
7. Creen que la mujer busca siempre la protección del varón.
Hay millones de pequeños datos en la educación y crianza de los hijos, que terminan por configurar el mundo familiar.
A veces sucede en una misma familia, que el hijo varón puede salir a bailar a los trece o catorce años, mientras que a la chica la dejan "a duras penas", a los dieciséis.
El machismo a veces en las familias no solo se manifiesta con este ejemplo, sino que hay otros. Limpian ellas, hacen la cama, incluso la del hermano, lavan la ropa. Ellos ("pichones de machos"), nunca cocinan; si hay que hacer algo de la casa, nunca lo hacen.
Es de no creer, pero la mayoría de las veces la propia mujer tiene la responsabilidad de que los varones salgan tan machistas.
Casi se puede decir que es cultural y que por lo tanto, hay que hacer un gran esfuerzo para cambiarlo.
- Recordarles diariamente que se laven los dientes, usen jabón, que se sequen los pies, que se bañen bien.
- Seleccionar, organizar y disponer la ropa que deben vestir todos los días.
- Despertarlos varias veces para que se levanten y acosarlos insistentemente para que se arreglen.
- Ayudarlos a vestirse, aunque puedan hacerlo solos y estar pendientes de indicarles cuánto deben o no abrigarse.
- Prepararles comidas especiales si no quieren la que se les ha servido.
- Vivir pendientes de las tareas escolares.
Típico de las mujeres de la generación del 50-60: toda su vida acudieron a los varones (padre, hermanos, esposo) para que les dijeran lo que tenían que hacer. Jamás soportaron una mínima señal de desaprobación masculina. Una ceja arqueada del marido, podía desequilibrarlas por completo.
En ese mundo interior suyo, gobernaban los varones; aquellos por los cuales sacrificaron constantemente su individualidad, sus logros, sus emociones y sus metas.
Cuando el hijo varón hacía lo que quería, lo consideraban fuerte, independiente e inteligente. Cuando la que pretendía satisfacer su deseo era la nena, la trataban como a una malcriada desobediente.
Dicen que criar un varón es más fácil porque no tienen tantos peligros como las mujeres; pero hoy, no hay distinción y todos corren los mismos riesgos.
Vamos a decir la verdad: a veces las mujeres son muy machistas, conceptos muy marcados en las féminas; como por ejemplo, que los hijos no pueden criarse bien sin su madre, que una mujer sola no puede criar bien a sus hijos, que los hijos necesitan una figura paterna o masculina.
“Hija, pon la mesa que ya están todos sentados y listos para comer”.
Mujeres machistas en este sentido, las hay…. muchas más de lo que creemos.
Gabriela Michoelsson (Sicóloga-Sexóloga)
gamich@multi.com.uy
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