Por otro lado, una madre debe evitar tanto depender emocionalmente de sus hijos como crear dependencias en ellos. Este paso es indispensable para poder ofrecer un gran legado presente y futuro, pues significa aprender a dar y a recibir en la misma medida.
¿Y si a pesar de ello la mujer deja de ser ella misma por el peso de la maternidad? Si una mujer se ha sanado de verdad, no concibe a sus hijos como una carga. La crianza y la relación de una madre con sus hijos, es de una u otra manera según las etapas en las que nos encontremos.
Por esta razón, aunque resulte más o menos dificultoso caminar por la vida según las circunstancias, saber poner cada cosa en su lugar, es uno de los mayores dones que desarrollamos al sanarnos como mujeres.
Una mujer que se ha sanado por dentro, sabe que no es indispensable para nadie, excepto para sí misma. Esta mujer no esperará que los demás valoren lo que hace por ellos, sino que simplemente amará libremente.
Una mujer que se ama a sí misma, no renuncia a su autorrealización y genera expectativas internas saludables.
Nos sanamos cuando aprendemos a escucharnos, a luchar por nosotras mismas en primer lugar y a vencer los miedos que nos han impuesto.
Cuando lo hayamos conseguido, nos sobrarán recomendaciones y lecciones; al mismo tiempo, lograremos desarrollar los valores emocionales que nos corresponden, cuidando nuestro bienestar emocional y físico, tratándonos con delicadeza y no olvidándonos que las heridas no se curan solas.
Esta es la manera verdaderamente responsable de responder ante los nuestros, sin sometimientos y con la total libertad de ser una misma.
La Mente es MaravillosaRepublicado con autorización.